Газета русской общины в Коста-Рике - Periódico de la comunidad rusa en Costa Rica

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среда, 24 апреля 2013 г.

GAZETA # 55. Marzo 2013. Artículo 4. El Dr. Pablo Ortiz asegura que los indígenas costarricenses “recuerdan” cómo pasaron por el Estrecho de Bering. (2-a parte)



El Dr. Pablo Ortiz vive en una zona alejada de Costa Rica donde trabaja con indígenas de la tribu N’Göbe.  No sólo los cura, sino también enseña, educa y trata de integrar sus actividades en la vida moderna del país.  En la edición anterior del periódico escribimos cómo el Dr. Ortiz llegó a ser médico y por qué se instaló en la frontera con Panamá.  Ahora continuamos con este tema y contamos cómo una vez asistió a una de las ceremonias indígenas y conoció algo tan increíble que quedó pasmado: de generación en generación en su memoria se transmite la información de un espectáculo que sus ancestros podían ver hace muchos miles de años.

En la edición anterior del periódico el Dr. Ortiz compartió con nosotros sus preocupaciones, éxitos y planes de trabajo con los indígenas migrantes de la tribu N’Göbe que viven en la frontera entre Costa Rica y Panamá.   Habló sobre la organización de la atención médica y el control de enfermedades infecto-contagiosas, la lucha por la purificación del agua potable, y la construcción de la nueva clínica en el territorio indígena.  Ahora continuamos con la charla.

-   Dr. Ortiz, Usted estaba hablando sobre el lavado de manos…

-  Sí, eso también me costó muchas canas.  Al principio hicimos muchas charlas de ciencia e ilustración en diferentes poblaciones, pero después comenzamos a dudar si la gente nos entendía bien, ya que el idioma español no es su lengua natal.  Resultó que no todo lo entienden.  “Doctor –dijo uno de ellos en el momento de sinceridad- si estoy asintiendo con la cabeza y diciendo “sí, sí” por largo rato, ¡quiere decir que no entiendo nada!”  Entonces, cambiamos la táctica: ahora les damos un ciclo de charlas a los miembros más educados de la población indígena, y aquellos después se van con su gente y les repiten todo lo aprendido, ya en su lengua natal.  La efectividad de ese trabajo resultó mucho más alta.  Pero después nos topamos con otro problema: ¿cómo podemos exigirles el lavado de manos, si no tienen jabón ni tampoco dinero para comprarlo?!!  Me fui a mi querida Caja y descubrí allá unas cantidades estancadas de jaboncitos, de esos que hacen para hoteles, que estaban sin uso.  Y logré que la Caja les diera ese jabón totalmente gratuito a los indígenas.  Ahora cada persona tiene su pedacito y si se les acaban, les conseguimos más.  Les repartimos los libritos entre los niños con dibujos para colorear, de cómo hay que lavarse las manos correctamente.  Después nos fijamos, resultó que los dibujos los colorearon con negro y gris…  ¡Los niños dibujaban con carbón porque no tenían lápices de color!  ¿Cómo es posible en el pleno siglo 21?!!!  Me fui de nuevo a la Caja y les demostré que dibujar con lápices de color, es la condición necesaria para un desarrollo mental normal del niño.  Y la Caja le dio una caja de lápices a cada niño.


-  Entonces, los problemas de salud se cruzan con los de la educación.

-  Por supuesto, es imposible separar la salud física de la mental, y las condiciones de vida, de la educación y cultura.  Todo está conectado.  Tenemos que ocuparnos de todo un poco por aquí.  Está claro que para salir de la pobreza los jóvenes tienen que recibir una buena educación.  En el territorio indígena hay una escuela primaria y también hace poco se abrió un colegio.  Pero las niñas se negaban a ponerse las enagüitas cortas de color azul del uniforme, y mucho menos el pantalón, que está de moda entre las muchachas de la ciudad.  Entonces luchamos y logramos que el Ministerio de Educación les permitiera oficialmente a las jóvenes indígenas llevar el uniforme especial en forma de un vestido largo, al que están acostumbradas, azul marino en la parte de abajo y el blanco, por arriba.  También les dieron permiso para usar botas, ya tienen que caminar por el bosque desde muy lejos, donde no se pasa con zapatillas, y además, una serpiente podría picarles.  Pero esos no son problemas más importantes.  Cuando comenzaron a planear las clases de estudios sociales para los niños indígenas, les dije: “¡Alto ahí!  ¿Qué tipo de historia quieren enseñarles? La que comienza con la llegada de las tres carabelas de Cristóbal Colón? Esa no es SU historia.  No celebran el 12 de octubre, y en vez de eso, celebran el día 11 como el último día de libertad…”  Ahora día tras día estoy luchando para que trabajen sólo sus propios educadores y profesores en todos los niveles: tanto en el CEN-CINAI (que pronto construiremos) como en la escuela y en el colegio.  Pero por supuesto, no tienen personal profesional suficiente.  Hemos notado que los y las jóvenes indígenas muy rara vez logran entrar a estudiar en las universidades.  Resultó que sencillamente no pueden ganar los exámenes de admisión porque no entienden las preguntas.  Ahora mandé mis médicos a darles clases a esos muchachos, prepararles para los exámenes.  Y este año, por primera vez en la historia, de las 15 personas egresadas del colegio, 12 han entrado a la universidad, principalmente en la carrera de educación.

-  Dr Ortiz, usted también mencionó el control prenatal.  Es claro que no es fácil registrar mujeres indígenas embarazadas, además migrantes de un país al otro, ni obligarlas a asistir en la clínica.

-  Aquí usted mencionó la palabra “obligar”, y de una vez quiero aclarar que es imposible obligar a los  indígenas a que hagan algo; esta gente, aunque es pobre, es libre y muy orgullosa.  Usted y yo desde niños estamos acostumbrados a que las personas con algún grado de autoridad nos traten como esclavos: en la escuela nos mandan a sentarse y callar, en el hospital, a quitarse la ropa, abrir la boca y después tomar medicinas sin falta… Pero estas costumbres europeas aquí no sirven, con los indígenas uno tiene que hablar, en vez de un tono autoritario con un tono amistoso, y no forzarlos, sino convencerles para hacer algo como tomar una medicina, visitar el hospital o internarse para una cirugía.  El problema con las mujeres embarazadas es aún más delicado pues ellas odian ir al hospital para dar a luz.  Y es comprensible: hacer labor de parto en una posición incómoda, en una sala fría y poco acogedora, bajo una fuerte luz, sin los familiares a la par, es para ellas un verdadero maltrato.   Casi siempre lo niegan, motivándolo con que “los dioses no me permiten dar a luz en el hospital de los blancos”.  Al principio no lo podía comprender, trataba de explicar, persuadir y aún  amenazarlas con los peligros en caso de un parto difícil.  Pero en este caso, lo principal es una buena comunicación, una  conversación “con el corazón en la mano”.  Cuando me transformé en su amigo verdadero y comenzaron a hablar con más sinceridad conmigo, conocí muchísimas cosas interesantes, a menudo recónditas.  Por ejemplo, que después del parto es necesario enterrar la placenta bajo el fogón, y esto es tarea de la suegra de la recién parida, y la creencia es que cuanto más profundo la entierra, tanto más tarde la mujer se embarazará de nuevo.   Por supuesto, es imposible hacerlo en el hospital.  U otra revelación aún más interesante: en qué posición da a luz una mujer indígena?.  Resulta que se pone en cuclillas, y es la posición más natural para una parturienta, pero su esposo, además, la abraza por detrás, la presiona con sus manos y trata de “extraer” al bebé; al mismo tiempo, la partera está acostada en el piso frente ellos y recibe al recién nacido.  ¿Cuándo en nuestros hospitales habrá lo mismo?!! Quisiera verlo.  Últimamente, todos los problemas de sanidad pública los solucionamos juntos, en conversaciones amistosas entre los doctores “latinos” y médicos tradicionales indígenas y sus jefes.  Me explicaron la diferencia radical en el concepto del “embarazo” entre la gente blanca y los indígenas.  Para nosotros, la mujer embarazada es un fenómeno aislado, es sólo la mujer, y sólo ella responde por su embarazo y su término.  De dónde viene su embarazo, no entra en su expediente médico.  Pero los indígenas no dicen “ella está embarazada”, sino dicen: “somos los tres”.  Es decir, el padre es una parte inseparable de este embarazo, y si,  pensándolo  bien, así debería de ser.  Cuando una mujer indígena embarazada viene con el doctor para un examen prenatal, sin falta llega con su esposo.  E imagínese un cuadro como ese: el doctor comienza a hacer preguntas a la mujer, cuando fue su última menstruación y otros detalles, y el que responde esas preguntas, es el marido.  “¿Tu mujer no tiene su propia lengua? –dice el doctor indignado– ¡Es una falta de respeto!  Haga me el favor de salir y esperar afuera mientras terminamos la conversación con su mujer”.  Aquel se va terriblemente ofendido.  Y no puede comprender cómo es posible separar a “nosotros tres” en un momento tan responsable como un examen de la futura madre.  Todos esos matices culturales hay que tomarlos en cuenta sin falta, para formar unas buenas y correctas relaciones con la población indígena.

-  ¿Cuáles otros problemas importantes en el campo de la sanidad pública está usted resolviendo en la actualidad?

-  Otro problema agudo es la alimentación de baja calidad.  Los indígenas aprendieron a sembrar arroz y frijoles y en sus bosques crecen suficientes frutas y verduras.  Pero tienen una deficiencia aguda de proteínas: en el río ya no se consiguen peces por causa de la contaminación del agua, y no tienen animales para cazar en su territorio tan estrecho (y cada vez más estrecho)… Cuando comenzamos a hacer exámenes de sangre para prevención de enfermedades en los niños de la escuela, descubrimos muy bajos niveles de colesterol.  ¡Pero esos niños deberían de recibir la alimentación gratuita en el comedor escolar!  Resultó que sólo les daban de comer atol de maíz.  El  Consejo de Padres de Familia se componía de personas analfabetas, quienes no pudieron abrir una cuenta bancaria y todo el dinero estatal se depositaba en la cuenta de la directora y aquella, como ya ustedes entendieron bien, lo utilizaba en la pulpería de su propiedad que tenía por la escuela.  Casos como ese se descubren todos los días, solo que antes nadie tenía interés en ocuparse de eso… Naturalmente, aquella directora ya no trabaja en la escuela y los niños reciben buena alimentación aunque una vez por día.  Pero el problema de alimentación de adultos, ya es otra historia.  Esta gente tiene que trabajar y ganar su propio almuerzo.  Buscar fuentes de trabajo para la población indígena es una tarea difícil y también me exige muchos esfuerzos.  Ahora tratamos de atraer turismo a la zona, pero con la condición, como les digo, “que no haya suciedad ni basura por ninguna parte, ni gente borracha, ni tampoco maltrato de mujeres”.  Así estamos haciendo trabajo educativo tratando de “matar dos pájaros con solo un tiro”.  Por todo ese trabajo hace poco me otorgaron el premio estatal “Por el aporte al mejoramiento de la calidad de vida”.  En verdad ese premio no tiene expresión monetaria, pero gracias a eso, ahora soy una persona bien conocida como un luchador por los derechos de pobres y oprimidos.  Y como consecuencia, muchas puertas en diferentes instituciones estatales se abren más fácilmente para mí.  

-  ¿Y cómo usted se aprovecha de esta notoriedad?

-  Por ejemplo, para hacer participar a los especialistas en construcción, para hacer proyectos de vivienda ecológica para los indígenas.  Las casas corrientes de paneles de hormigón, no son la mejor opción para esta zona de clima caliente, además, los indígenas no soportan un servicio sanitario dentro de la casa, siempre lo hacen afuera.  Por eso ahora hemos comenzado a construir casas para ellos (utilizando su propia fuerza laboral) de madera, ya que hay mucha alrededor y se consigue sin costo alguno.  Ya hemos hecho unas cuantas casas que les gustan mucho, dentro de ellas no hace calor porque tienen buena ventilación, el baño está en un agregado aparte, tiene varios cuartos y balcones amplios.  La casa está sobre pilotes, para protección contra parásitos de la superficie terrestre como serpientes y escorpiones.  El costo de esta casa no es más alto que el de una casa tradicional costarricense, hecha de paneles de hormigón.  Pero el resultado es mucho mejor.  Ahora estoy luchando también por la construcción de una buena carretera en territorio indígena (llamado “La Casona”) ya que sólo hay una de tierra tanto en la entrada como a la salida.  Esto se explica porque la cultura indígena tradicional está relacionada con el uso del caballo para transporte y por eso no necesitan carreteras.  A mi juicio, eso es una tontería y además dañina.  A propósito, el caballo es también una adquisición reciente, traído del mundo viejo.  Antes de la llegada de los españoles a América, no conocían el caballo.  Entonces, ¿hay que obligarlos a caminar a pie?!!!  Lo considero discriminación y negligencia por parte de las autoridades locales.  Además, es necesario instalarles suministro de agua potable y electricidad.  Actualmente una línea de energía eléctrica pasa cerca  de su territorio, pero dentro del mismo  no hay electricidad.  ¿Quién dijo que la preservación de una cultura autóctona depende de un completo aislamiento del mundo exterior?  Personalmente, no estoy de acuerdo con esta opinión.

-  Doctor, y cómo logra usted solo desarrollar tantas ideas y proyectos al mismo tiempo?

-  ¿Acaso estoy solo aquí? Somos diecisiete médicos y todos participamos activamente en el trabajo.  Cuando aparece un cupo vacante, hacemos un concurso para el nombramiento.  Y lo gana  sólo aquella persona que nos presente un proyecto original de cómo mejorar la calidad de vida de los pobladores locales.  No hay reglas, sólo un único requisito: este proyecto tiene que romper todos los encuadres de conceptos acostumbrados.  Por ejemplo, hace poco se vino una joven psicóloga, ella trabaja con las “trabajadoras del sexo” en los bares de la frontera.  Esas mujeres degradadas y en estado lamentable, también merecen que las cuidemos para mejorar su salud.  Pero no podemos actuar con ellas usando métodos tradicionales ya que no visitan médicos ni tampoco entregan los exámenes.  Entonces la psicóloga les organizó un taller de escultura de barro en el cual  hacen unas figuritas, cómicas o realistas, tratando de esculpirlas lo más bonito posible.  Y mientras están trabajando, la psicóloga comienza a conversar con ellas sobre la vida, los problemas, afirmando que ella también muchas veces se sentía igual de sucia como ese barro.  Y al finalizar el taller pronuncia unas palabras importantes: “Todo está en sus manos.  Ya ven que hasta barro sirve para crear unas obras de arte maravillosas.  Pero podemos dejarlo así como es, sucio y feo, sólo un pedazo de barro…”  De esta manera les abre los ojos para verse a sí mismas, les ayuda a comprender su situación y, como consecuencia, tratar de mejorarla.

-  Pablo, usted dice que ha establecido muy buenas relaciones con las autoridades indígenas.  ¿Quién es ahora el jefe de su tribu?

-  Su jefe anterior, Pedro Bejarano, hace poco falleció casi a los cien años.  Y van a elegir un nuevo jefe en marzo.

-  Pero, acaso los indígenas no usan sus propios nombres étnicos?

-  Sí, por supuesto.  De acuerdo a la ley costarricense, le ponen nombres españoles desde el primer día de nacido donde la madre debe registrar el  nombre completo con los apellidos del padre y de la madre.  Pero en realidad, sus nombres suenan muy diferente.  Por ejemplo, por mucho tiempo conocí a un hombre llamado Francisco, y hace poco supe que también tiene su nombre “verdadero”: N’Gordo Quía Rugabo.  Para darle el nombre al recién nacido, sus abuelos lo observan durante cinco días, y por sus movimientos y gestos determinan qué clase de personalidad tiene, y en acuerdo con eso le dan el nombre al bebé, en el cual también se mencionan los nombres de sus padres y abuelos y el nombre de su clan.

-  Dr. Ortiz, usted aprendió a hablar el idioma de la gente bajo su tutela?

-  Bueno, no aprendí a hablar, pero sí conozco varias palabras.  Por ejemplo, a los españoles nos llaman “sulia” y aunque esa palabra suena bastante bonito, en realidad significa “cucaracha de dos patas”.  Y es debido a que  cuando llegaron los primeros misioneros Franciscanos a Costa Rica, usaban vestimentas largas de color café con capucha, y de lejos se asemejaban a la figura de una cucaracha… Y también les puedo contar una historia muy interesante,  de cómo una vez los indígenas me invitaron a su ceremonia para ver la encantadora luz de “sisiro”.  Por supuesto que acepté.  Pero antes de ir allá, me informé, y me contaron que a partir de un cierto día de setiembre, los indígenas comienzan a tomar -por las noches- una bebida amarga de chocolate para “purificar el cuerpo y el alma”, cada noche se reúnen más tarde y más tarde, hasta que llega el momento cuando ven esta misteriosa luz.  Me preguntaba ¿qué clase de luz sería? Un cometa o una estrella? Entonces me fui.  Tomé cacao con ellos, conversaba, miraba al cielo.  Decían: “Ya va a pasar la gran gaviota helada!”  Y de repente, más o menos a medianoche, todos comenzaron a gritar, mostrar el cielo, felicitarse los unos a los otros… Pero yo no vi nada.  Bueno, tal vez no soy digno de verlo.  Y después la gente que conocía el asunto, me explicó: jamás podrás ver esa luz, no la hay, existe sólo en la memoria ancestral.  Y en realidad, esa luz es… ¡la aurora boreal !!!! ¿Pueden imaginar dónde puede uno ver esa aurora?  Y desde cuando los indígenas la podían ver con sus ojos?  ¡Si ya tienen por lo menos tres mil años de vivir en Costa Rica!








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