Dicen que cuando Hitler quiso atacar a Costa Rica, no la encontró en el mapa porque en este momento se paró una mosca encima... Este conocido chiste no está de acuerdo con la realidad porque Costa Rica, en cierta medida, también tenía algo que ver con la Segunda Guerra Mundial.
Después de que el ejército japonés atacó Pearl Harbor el 7 de diciembre del 1941, Costa Rica fue uno de los primeros países de América Latina en declarar la guerra a la Alemania nazi y al Japón, inclusive antes de que lo hiciera USA. Por lo menos 250 ciudadanos costarricenses pelearon en diferentes frentes y todos sin excepción apoyando a los Estados Unidos y sus aliados. Uno de los combatientes más valiente fue Rodrigo Castro Echeverría quien luchaba contra los japoneses en la isla de Okinawa (“La República”, marzo de 1975). Y en julio de 1942 en el puerto costarricense de Limón por la noche apareció un submarino alemán el cual torpedeó a un buque mercante estadounidense, el “Saint Paul”, que se hallaba atracado al muelle. Fallecieron 23 marineros y hubo 20 heridos. En San José la gente salió a una manifestación en señal de protesta (“Homenaje a los combatientes costarricenses en la Segunda Guerra Mundial”, 1946). En Costa Rica durante la guerra incluso existía un campo de concentración el cual se encontraba en San José, en avenida 10 frente al costado oeste del cementerio de obreros. Durante 4 años se internaron y mantuvieron prisioneros cuyo único delito era su procedencia alemana ó italiana. La mayor parte de ellos fueron enviados a campos de concentración en USA. El estado costarricense en estos tiempos realizó expropiaciones masivas entre la gente de esas nacionalidades y después de la guerra jamás se les regresaron sus propiedades... Estos hechos son detalles desagradables que prefieren no mencionar los costarricenses.
En memoria de todos los que luchaban contra el nazismo y el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial en San José en el año 1975 fue instalada una lápida conmemorativa. Este memorial tiene su historia. Al principio la lápida estaba en el Parque Nacional. Allá nuestros compatriotas juntos con los representantes de la Embajada de la URSS depositaban flores en el Día de Victoria. Pero en los años 90-s, después de la remodelación del parque, el memorial desapareció. Nadezhda Gríshina y Irina Borovik aplicaron muchos esfuerzos para hallarlo. Un egresado de una universidad soviética, Guillermo Ramírez Garay, quien en estos tiempos ocupaba el puesto del Director del Departamento de la Cultura en la Municipalidad de San José, les ayudó a encontrar la lápida que estaba guardada en el sótano de la misma. Sin embargo, resultó imposible colocarla de nuevo en el Parque Nacional. Entonces la Municipalidad apartó un pequeño rincón en el Parque Morazán al frente del Edificio Metálico; allá por suerte había un último campo desocupado donde la colocaron. El memorial se inauguró por segunda vez en el año 2003, lo que se anunció ampliamente por la televisión y prensa, y mucha gente se reunió para la actividad. Desde aquel año nuestros compatriotas junto con la embajada de Rusia, año con año, siguen depositando flores en el memorial cada 9 de mayo.
Recientemente logramos conocer a uno de los costarricenses que prestó servicio en el Ejército de los Estados Unidos de América durante la Segunda Guerra Mundial. Este hombre - alto y fuerte - es Max Sittenfeld Roger, quien no aparenta tener sus 83 años de edad; vive en Escazú y hasta ahora trabaja como ingeniero. Durante muchos años laboró en la Universidad de Costa Rica donde fue Decano de la Escuela de Ingeniería. Es hijo de madre costarricense y padre estadounidense de origen judío (procedente de Silesia, la que antes pertenecía a Alemania y ahora es parte de Polonia). Max nació y creció en Costa Rica por lo que tiene doble ciudadanía – la de los Estados Unidos y la de Costa Rica. Habla muy bien inglés. Durante la guerra Max no tuvo la ocasión de hacer un sólo disparo, pero colaboró con la victoria común: hizo su servicio en la Unidad de Ingeniería en Panamá, en la zona del Canal de Panamá. Ahí construía mapas militares e interpretaba fotos aéreas. Guarda – con mucho orgullo – sus trofeos de guerra: una placa de pecho con el número 30002490 que él hasta ahora recuerda de memoria, un emblema de soldado licenciado y unas fotos antiguas. A Max le ofrecieron quedarse y seguir en el servicio militar, le prometían elevarlo de grado, pero él, siendo un auténtico costarricense pacífico, prefirió regresar a su patria y seguir sus estudios. Una buena beca, que él disfrutó durante tres años como antiguo soldado estadounidense, le ayudó para terminar la universidad y graduarse de ingeniero.
Hablando sobre el aporte de varios países en la lucha contra el nazismo y el fascismo, Max lamentó que el mérito de la Unión Soviética en la victoria sobre Alemania de Hitler no está totalmente reconocido hasta ahora por parte de los norteamericanos y otros países de Occidente. Él no tiene duda alguna que la lucha del pueblo soviético fue un factor decisivo en la victoria, ya que las enormes pérdidas humanas y materiales que sufrió el país de los Soviets, con una cita especial de la famosa batalla sangrienta de Stalingrado y otras más – hablan por sí mismas. Recordó que durante la guerra, los americanos simpatizaban con el pueblo ruso y los consideraban como sus compañeros en la lucha común. No tenían duda que Hitler tendría la misma mala suerte que tuvo su predecesor Napoleón en el año 1812. La guerra fría comenzó más tarde e hizo mucho daño para ambas partes. Max, igual que millones de personas en el mundo, aclamó con alegría la caída del Muro de Berlín, de lo que él – por casualidad – fue testigo directo, ya que en ese momento estaba de visita en su patria histórica – Alemania.
Подписаться на:
Комментарии к сообщению (Atom)
Комментариев нет:
Отправить комментарий