Receta contra el pecado
Un hombre llegó con el abad del monasterio y le preguntó si conocía alguna receta contra el pecado.
- ¡Sí, conozco! – contestó el abad. Vaya al bosque y cave las raíces de obediencia. Después vaya al campo y recoge las flores de pureza espiritual. Vaya al olivar y consigue las hojas de la paciencia. Y en el jardín recoge las frutas de la franqueza.
- ¿Y qué haré con todo eso? – preguntó el hombre sorprendido.
- Lleve a casa todo lo que recogió –continuó el abad. – Seque todo con la vigilia de ayuno y coloque en la vasija de las buenas obras. Condimente con la sal del amor fraternal y las lágrimas del arrepentimiento, agregue la generosidad de la limosna, de la humildad y el temor a Dios.
Tome el remedio todos los días, inclinando las rodillas y ataviado con ropas de impecabilidad. Además, ¡no te metas a decir palabras ociosas para que no te pegue el frío y no te enfermes con el pecado de nuevo!
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