El pasado sábado 7 de enero la deportista costarricense Hanna Gabriels venció a su rival norteamericana Dakota Stone y así de nuevo confirmó su título de campeona del mundo en boxeo en la categoría superwelter, con un peso corporal hasta los 70 kg.
Gabriels efectuó toda la pelea muy fuertemente y con buena técnica, se movía mucho, aplicando una gran variedad de ganchos, jabs, y golpes cruzados, y cada uno daba en el blanco. Pero Stone por lo general se mantuvo en el centro del ring y trataba de contrarrestar el ataque. El combate que consistía de 10 rounds, se acabó anticipadamente; en el octavo el árbitro paró la competencia y señaló la victoria de Hanna Gabriel, ya que la deportista norteamericana estaba muy lesionada. Aunque esta decisión no satisfizo a las dos deportistas y querían seguir luchando, el árbitro decidió que la superioridad que demostró Hanna fue suficiente y no le permitió a Dakota seguir poniendo su cara bajo los poderosos golpes de la costarricense.
Los comentaristas explicaron la superioridad física de la deportista tica por la diferencia de edades: Dakota ya tiene 42 años y Hanna, apenas 28. Sin embargo no sería justo explicar la victoria de Hanna con sólo su juventud; todo el mundo sabe que la muchacha se entrena muy seria y esforzadamente, dedica no menos de 8 horas diarias para practicar natación, trote, guanteo y ejercicios para fortalecer la potencia de los puños, el cuello y la zona lumbar… También le ayuda la dura escuela que pasó en su vida, proveniente de una familia grande, de difícil situación económica en su niñez, una experiencia de trabajo en los Estados Unidos a donde ella se fue sola para ganar dinero y ayudar a sus padres a cancelar deudas. Todo eso desarrolló el carácter de Hanna, y le dio más resistencia y tenacidad.
Los que vieron la pelea en el estadio o por la televisión, seguramente notaron que la victoria de la costarricense fue predeterminada. Aún antes de comenzar, la norteamericana al escuchar el himno de su país, se puso tensa, llenándose de “patriotismo”, mientras que se notaba que la expresión de su cara era seria y preocupada. Al mismo tiempo Hanna sonreía, cantaba el himno de su querido país bailando y estaba tranquila y muy segura de sí misma.
Los costarricenses con razón aman a Hanna Gabriels y admiran su belleza fuera de lo común, su cuerpo delgado y femenino, su carácter tranquilo y nada agresivo, su sencillez y humildad. Al ver fotos de la popular deportista en vallas publicitarias, en la televisión y en revistas, se elogian sus ojos orientales de color canela, su piel de “ébano” y la llaman pantera y princesa. Y aún más la gente se comprometió con Hanna al saber que ya tiene novio, que en el futuro estaría dispuesta casarse con él ¡y tener un hijo! Sus deseos son simples. “Cuando niña, en la casa no teníamos muchos manjares, y cuando llegué a los Estados Unidos, conseguí comida muy rica y comí, comí, comí y comí – cuenta ella. – Después tuve que practicar deporte para adelgazar. Cuando estoy entrenando, tengo que seguir una dieta muy estricta. Por eso lo único que deseo después de haber ganado la pelea, es ¡un gran pedazo de queque de chocolate!” Pero aún más lo que desea Hanna es seguir entrenando y ganando competencias porque el deporte es su tabla de salvación para levantarse y mejorar la vida, no sólo la suya propia, sino de toda su gran familia. La Nación
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