… “No puedo explicar el
efecto de “déjà vu” de las canciones de Alexander Tripolitov… a uno le
parece que ya las ha escuchado en algún lado o más bien, que las ha cantado
alguna vez. Los bosquejos del patio, las
confesiones casi autobiográficas, los sueños frágiles y la nostalgia penetrante
del emigrante… todo eso está en su poesía musical.
El bardo de Crimea cantaba
sus poesías. Era “un heleno gitano”, un poeta
de nacimiento. También, es un amigo de
mi esposo, eterno, para siempre. Y amigo
de Alexey Vasiliev, y de muchos otros, los que llegaron esta noche para asistir
al evento en su memoria en Simferópol, igual que en la lejana Costa Rica. Tanto en su patria como en este país exótico,
sonaban las grabaciones frecuentes, las que sobrevivieron por milagro…
¡No había indiferentes, la inestabilidad emocional chispeaba
e incendiaba! La guitarra lloraba, las
poesías le hacían un nudo en la garganta, la voz sonaba ronca. Y él , vivo, miraba desde la pantalla y se reía de la
muerte. Era la Noche de Memoria. La noche de la Amistad inquebrantable de los
hombres. La noche de la Eternidad de su
Arte”. (Olga Skvortsova, diciembre del
2012).
¿Quién fue Alexander Tripolitov y por qué , en un país
tan lejano de Crimea, Costa Rica, se reunieron cantantes, poetas y
sencillamente amantes del arte bardo, para honrar su memoria?
Abriremos la colección de sus poesías “Suburbio”,
recorreremos por encima, su prefacio escrito por sus amigos:
“En los años ochenta del siglo pasado, las canciones
con guitarra, me parece, que cantaba todo el mundo. Las cuerdas sonaban en fogatas de turistas,
en patios de edificios multifamiliares,
en residencias de estudiantes, en cuarteles militares y aún en colonias de
regímenes no tan estrictos. La canción
aficionada, la de autor (o del bardo, como la llamó Alexander Lobanovsky) ganaba
impulso ya desde los años sesenta. Desde
los tiempos del deshielo de Khrushchev. Cantaban
las canciones de Yuriy Vízbor, Yuliy Kim, Alexander Gorodnitsky y componían un
poco sus propias. Hasta el inicio de los
ochenta, los maestros insuperables de la canción del bardo fueron Bulat
Okudzhava, el prohibido Alexander Galich y Vladimir Vysotsky, el que murió a
los cuarenta y pico…
En esos tiempos, por primera vez cogió la guitarra un
estudiante del colegio técnico de Simferópol Sasha Tripolitov. Aprendió rápidamente a tocar el instrumento
(los primeros acordes se los enseñaron sus compañeros del grupo, después un
vecino le dio clases de maestría, ya que dominaba bastante bien la de seis
cuerdas…). Las primeras poesías fluían
fácilmente, para su propia sorpresa y en grandes cantidades. Por supuesto, fueron antes que nada bosquejos
literarios, escritos bajo la impresión del arte de los bardos mencionados y de Vladímir
Semenovich, antes que nada…
… Detrás de la simplicidad, hasta el primitivismo de
las poesías de Alexander Tripolitov había un trabajo largo, de muchos días. Las poesías para una canción nueva se
escribían en un cuaderno. Versión tras
versión. Las palabras y las líneas se
tachaban y se cambiaban, así como también las coplas. A veces dos canciones apenas cabían en un
cuaderno de 96 hojas. Después, pero a
veces simultáneamente, nacía la música.
De una vez elegía una melodía en la guitarra, lo que también le ocupaba
muchas horas. Registraba la canción ya lista
en su grabadora. Después le daba decenas
de vueltas para escuchar por otro lado cómo sonaba la canción recién nacida…
… No pasemos de vivos, no todos en esos tiempos percibían a Tripolitov como un autor serio o
un poeta talentoso. Algunos trataban con
escepticismo su “tintineo de guitarra”.
Sólo en nuestros días hubiera tenido éxito y ganado bien con sus
canciones… Pero Sasha sólo podía soñar en que sus canciones sonasen en una
cantina, ojalá con un violín o una pequeña orquesta bien afinada. …Aunque le llegaban propuestas como esas de los
productores del Báltico, tradicionalmente libres de pensamiento, Sasha las trataba
con una sonrisa…la perspectiva de trabajar por provecho económico nunca lo seducía.
En nuestros días, después de veinte años de la muerte
de Alexander, su arte de repente atrajo la atención de los profesionales –
músicos y críticos de literatura. Sus
canciones no sólo se cantan, sino también su arte poético se estudia con
atención. Por ejemplo, esto es lo que
dijo el investigador líder de la canción rusa de bardos y shanson de Novosibirsk Konstantin Berlin: “… En Crimea a finales
del siglo 20, figuraba un gran número de los así llamados bardos, pero de ellos, en la
península sólo había dos, a mi parecer, quienes eran poetas de verdad – autores
y intérpretes de sus propias canciones- y el primero de ellos es Alexander
Tripolitov…”
Alexander vivió una vida corta, pero feliz. No fue hipócrita. No enojaba a Dios. Se dedicaba a lo que le gustaba. Tenía padres que lo comprendían. Tenía su amada esposa Galina y el hijo Vladimir. Y queremos creer que nosotros, sus amigos, no
le causábamos disgustos.”
Alexey Vasiliev, Sergey Krutkó
Crimea – Costa Rica
Así que era un bardo, un poeta, una persona
interesante… El arte no muere, la poesía
es eterna. Especialmente cuando sus guardianes
resultan ser conocedores, admiradores, amigos verdaderos…
La noche de memoria de Tripolitov se llevó a cabo en
Crimea. Salió en la prensa y en los
medios del internet. Y después, otra más
– al otro lado del globo terrestre, en Costa Rica. Se realizó la
transmisión en línea para los amigos en Rusia y los adoradores del Bardo. Así se forman los destinos: tal vez,
Alexander Tripolitov no pudo ni suponer que sus amigos cercanos resultarían
arrojados al otro lado del mundo, pero aún allí no lo olvidarían después de
tantos años – ni a él, ni tampoco a sus canciones…
Aunque estamos tan lejos de nuestra Patria histórica,
de sus raíces, de nuestras memorias, las que nos unen con nuestra infancia y
con nuestros amigos que se quedaron en algún lado, allá, “en el extranjero”
(aunque para ellos, los “extranjeros” seamos nosotros), siempre seguimos siendo
nosotros, resguardando la palabra rusa, traspasándola del uno al otro… El alma, oculta en una melodía no pretenciosa
y entrelazada en el encaje de palabras – es lo que nos une con la “casa”…
Esta reunión en Costa Rica, dedicada a la memoria de
un bardo ruso que dejó esta vida hace 20 años, sonaban sus poesías, sus
canciones, las canciones y poesías de aquellos que estaban presentes en la
“sala” y en el “escenario”… Aunque estas nociones eran relativas: la reunión
fue organizada por Sergey Krutko, un amigo de A. Tripolitov, directamente en la
sala de su propia casa. Pero este
ambiente cálido no estaba estrecho, el público se transformaba en intérpretes,
los intérpretes regresaban a formar el público, en una pantalla grande se
presentaba la película sobre el Bardo, en cuyo honor se reunieron esta vez las
visitas…
Y las visitas estaban cantando y recitando poesías…
Los representantes del teatro profesional, bien conocidos para todos en
Centroamérica, Dmitri Ordansky y Marta Rein, el anfitrión hospitalario, el
doctor Sergey Krutko, el que últimamente también cura almas con sus poesías,
Artur Mitinián, el que se presentó hace poco como un bardo muy penetrante, el alma
de la peña doctor Alexander Lotarev, la visita desde la lejana Argentina Lilia
Bárinova, los representantes de la Embajada Rusa y los costarricenses que se
han infiltrado de la cultura rusa…
¿Por qué uno quiere recordar y recordar esta noche?
Porque aquí, lejos de nuestras raíces, estamos
saciando nuestra sed de palabra rusa – como podemos, y cuando un naciente vivo
se explota como una catarata viva, y no solamente nos complace suavemente por
medio de internet, no podemos quedarnos indiferentes. Pedimos nuevas reuniones – con los poetas del
pasado, del presente, con aquellos quien están lejos de nosotros por algunas
razones, con aquellos quien estaban escondiendo su talento, se sentían incómodos,
no creían que era necesario…
Y por mientras, me gustaría agradecer a Sergey Krutko
por la iniciativa, la que reunió de nuevo a todos los compatriotas creativos
bajo el mismo techo, y con el bello motivo: para recordar nuestras manantiales,
cantar y hablar en ruso, además, ¡hablar con poesías!
Marta Khrzhanovskaya Rein
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