Un rezo en la casa, una misa
del domingo, una lectura diaria de las Escrituras Sagradas… A veces aquello que
antes fue habitual y obvio, deja de hacerlo en otros tiempos. Las conmociones del siglo veinte que han
cambiado la cara de Rusia hasta volverla irreconocible, han roto la conexión
entre las generaciones y nosotros, los descendientes y herederos de Santa
Rusia, que han perdido su herencia espiritual, ahora nos hacemos muchas
preguntas. Alguien que se considera creyente y hasta ortodoxo, está bien
satisfecho con solo el hecho de ser bautizado en infancia y cierto sentimiento
religioso, en la vida de otros verdaderamente apareció Dios, pero tanto unos
como los otros a menudo se preguntan lo mismo: ¿Para qué rezar? ¿Para qué ir a
la Iglesia? ¿Para qué necesito la iglesia si tengo “dios” en mi corazón?
Antes que nada, recordemos que
el mismo Evangelio atestigua la actitud muy especial de veneración de Cristo
hacia el Templo. Por los sábados Él
predicaba y curaba los judíos en las casas de rezo – sinagogas, y en los días
de grandes fiestas llegaba a Jerusalén y estaba en el Templo, se alejaba a
lugares desiertos para rezar a Su Padre en soledad en otros tiempos. Igual procedían más tarde Sus alumnos más
cercanos – los Apóstoles, especialmente destacando el día cuando Cristo
resucitó, el domingo. Este día todos los
cristianos se reunían, realizaban la Liturgia, como legaba Señor, rezaban, se
instruían en los mandamientos divinos.
Siguiendo con la tradición
apostólica, la Iglesia Ortodoxa honra cada día de domingo, que para nosotros es
como una Pascua pequeña, y en todas partes realiza la Liturgia Divina en este
día, reuniendo a todos sus hijos alrededor de este gran misterio. Según la palabra de Cristo, precisamente la
participación en la Liturgia llega a ser la garantía de la vida eterna, permite
al Dios entrar al corazón de persona, a su alma. Los misterios que Dios nos da y que se realizan
en la Iglesia: el bautizo, la unción, la confesión – resucitan a la persona
para la vida nueva, le regalan perdón, consolación y ayuda del Señor en
cualquieras circunstancias, lo enseñan rezar e introducen la persona a una
realidad espiritual hasta ahora desconocida.
La espiritualidad fuera de la
Iglesia cada vez se transforma en encantación (el autoengaño funesto), ya que
la espiritualidad personal y también el mundo espiritual, que rodea a la
persona, y el mundo espiritual de Dios – no es lo mismo en absoluto. Según la palabra del Apóstol, precisamente la
Iglesia es el pilar y el fundamento de la Verdad, ya que es el Cuerpo
misterioso de Cristo. Precisamente por
eso la verdadera vida espiritual que lleva a Cristo es el patrimonio de la
Iglesia y de sus hijos. El que se aleja
de la Iglesia y desea “creer dentro del corazón” se aleja de Dios. ¿Acaso una puede estar casada solo “dentro
del corazón” o ser padre “dentro del
corazón”? ¿Puede la fe en Dios
ser una suerte de monólogo, sin atención a la voluntad del Aquel en Quien usted
cree? Al decir que nuestra fe es nuestra
cosa personal, ¿creemos en la realidad en Él de quien estamos hablando y a
Quién negamos el derecho de interferir en nuestra vida?
El tesoro de la fe apostólica
cristiana no solo está guardada con cuidado en la Iglesia Ortodoxa, sino se
acrecienta al revelarse en oficios divinos y misterios, al comprender
profundamente las Escrituras Sagradas, al revelarse en los santorales de
muchísimos santos de la antigüedad y de nuestros días. La vida litúrgica y oficial de la Iglesia
Ortodoxa le permite al creyente acercarse a este don invaluable y hacerse uno
mismo el partícipe de la vida eterna y el amor en Cristo. Precisamente por eso el Templo ortodoxo, como
un lugar destinado al oficio divino de manera especial, llega a ser para los
creyentes el centro de vida espiritual, y el que desea acercarse a ésta no lo
pasaría de lejos.
Sacerdote Dmitriy Kulakov
Комментариев нет:
Отправить комментарий