A finales del año pasado estuvo
en Costa Rica una delegación del Instituto de Negocio Internacional y Derecho
(IMBIP por sus siglas en ruso) de San Petersburgo, encabezada por su directora
Elena Bogdánova. Esto fue una visita correspondiendo
a la que en setiembre pasado hizo a Rusia el coordinador del Programa de
Administración Aduanera y profesor de la Escuela de Administración Pública de
la Universidad de Costa Rica, John Fonseca.
La delegación estuvo integrada
por dos profesores y 13 estudiantes.
Carina Herrera, asistente de la Cátedra de Administración Aduanera de la
UCR, fue la encargada de la organización de esta visita y nos contó con todo
detalle la visita de los rusos. El tema
principal del intercambio científico fue la legislación aduanera. En este momento, se está preparando un
convenio de cooperación científica entre las dos universidades el que comprende
también el intercambio estudiantil.
Como parte de las actividades
se realizó un encuentro con los profesores de la UCR el cual se desarrolló completamente
en idioma inglés. En esta charla, se
presentó información general sobre el trabajo científico y práctico que se está
llevando a cabo en la Cátedra. Los rusos
tuvieron la oportunidad de conocer el trabajo de la Dirección General de
Aduanas, de la Aduana del Aeropuerto Internacional Juan Santamaría y de la
Aduana del Puerto Caldera en el Océano Pacífico.
Además
de las visitas de trabajo, la delegación aprovechó la oportunidad de conocer la
cultura y la naturaleza de Costa Rica.
Los miembros de la delegación visitaron el Teatro Nacional y el
Observatorio de la UCR, observaron los monumentos de arquitectura en la ciudad
de Cartago, se bañaron en el mar en los balnearios de Manuel Antonio y Jacó,
subieron al cráter del volcán Poás e hicieron “canopy” en la selva de
Monteverde. Además probaron la comida
típica costarricense, bailaron “salsa” y compraron frutas, recuerdos y café. El reto más difícil para los rusos resultó
pronunciar la palabra “guanábana”. En
los 10 días que pasaron en Costa Rica, nuestros compatriotas no sólo se
quemaron bajo el sol y se atiborraron de bananos, sino también hicieron muchos
amigos y se enamoraron de este país centroamericano; al despedirse, prometieron
regresar aquí más de una vez.
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