Газета русской общины в Коста-Рике - Periódico de la comunidad rusa en Costa Rica

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понедельник, 5 мая 2014 г.

GAZETA 67. Abril 2014. Artículo 4. PERSONAJE DEL MES. Orlando García Valverde: costarricense enamorado de música rusa


Desde muy joven, Orlando García se apasionó con la música rusa.  La escuchaba, la tocaba con su guitarra y la cantaba.  Hace poco creó un conjunto vocal e instrumental “Bielie Yuravlí” en el cual reunió a músicos costarricenses a quienes motivó a cantar canciones rusas.  Durante su presentación en el Festival Internacional de las Artes tanto rusos como costarricenses en el público admiraron el espectáculo.

Orlando García nos invitó a su amplia casa de madera en el centro de San José, que fue la de sus abuelos.  Todas las paredes están cubiertas con buenas pinturas, fotografías y afiches teatrales.

-  Don Orlando, ¿cómo conoció la música rusa?

-  Nací en una familia multicultural y multinacional; entre mis antecesores los había de origen español y francés principalmente.  Ha habido escritores, poetas, profesores, cantantes y actores.  Desde niño leí muchos libros, periódicos y revistas, escuché la radio y discos con música variada, estudiaba seriamente la guitarra y aprendí el género español de flamenco hasta llegar a ser profesional en él.  También he actuado, dirigido y producido en obras teatrales y en el cine.  En la Radio Universitaria, en la que fui locutor y productor se transmitía la música rusa clásica y folclórica.  Especialmente me gustaba el folklore.  Pero conocí más de esta música cuando vivía en Moscú.

-  ¿Cuál es su profesión?

-  Profesionalmente soy Traductor e Intérprete Oficial, actor y guitarrista flamenco.  Estudié ciencias sociales en la Universidad de Costa Rica he hice estudios sobre la Unión Soviética en la Universidad de Maryland, EEUU, ya que siempre Rusia fue un campo de mi interés.  Fui funcionario civil internacional con la OEA en Washington, D.C.  Posteriormente escribía artículos de crítica literaria en el desaparecido periódico Excélsior y también por un tiempo fui asistente de un Presidente de Costa Rica a quien también le redactaba algunos discursos.  Viví muchos años en Estados Unidos de América, después en España; compartimos esos años una bailarina francesa y yo; también vivimos dos años entre Turquía, Líbano y Chipre.  Hablo algunas lenguas.  Por eso al regresar a Costa Rica monté mi propia empresa de traducción e interpretación y servicios editoriales.  He escrito y publicado recientemente un diccionario de 1600 términos del habla diaria costarricense con sus equivalentes en castellano panhispánico e inglés.  Es uno entre otros muchos materiales, como mis láminas Fonotablex ilustradas que incluyen una columna en ruso para ayudar a solucionar problemas de incomprensión por las muchas variantes del castellano que existen.  Estoy seguro de que no son los académicos convencionales los que tienen que hacer ese trabajo sino los traductores e intérpretes.  Nunca dejé el teatro y el cine; me apasionan aunque ese trabajo no le deja a uno mayor ganancia.  Desde que era niño hice actuaciones y siendo estudiante montaba espectáculos teatrales donde actuaba también.  Hice el papel del Cardenal Richelieu en una producción pionera de la televisión costarricense de Los Tres Mosqueteros, dirigida y producida por mi tío Saulo García; actué en un papel protagónico en la película costarricense Magdalena que dirigió Javier Gutiérrez, y compuse su tema musical.   En la coproducción mexicano-costarricense de largo metraje La Segua hice un papel junto a la protagonista mexicana Blanca Guerra, como guitarrista gitano con mis propias composiciones.  Y he hecho papeles coprotagónicos con la Compañía Nacional de Teatro, como, por ejemplo en Una Aureola para Colón y Cyrano de Bergerac.

-  ¿Y cómo fue a parar a Moscú?

-  En aquellos años, cuando escribía artículos en inglés para el periódico “Excélsior”, me invitaron a trabajar como asistente del Presidente recién elegido, Rodrigo Carazo, aunque nunca fui miembro de partido político alguno.  Y, al renunciar el personal en pleno de la Embajada de C.R. en Rusia antes de concluir su período, me enviaron allá como Ministro Consejero y Cónsul General quedando luego como Jefe de Misión y representante diplomático y consular titular.  Pasé dos años trabajando en Moscú.  El entrante Ministro de Relaciones Exteriores, Fernando Volio, me había jurado y prometido frente a muchos testigos, que sería su embajador por cuatro años más, pero después incumplió su palabra.  Fueron tiempos difíciles; trabajé en la Embajada de Costa Rica solo con una secretaria.  El embajador anterior, Luis Barahona, vivía en una mansión de lujo que fue cedida a Costa Rica por parte del gobierno soviético, pero al terminar su período, la devolvió aduciendo que era demasiado grande y para un funcionario «demasiado joven» como yo.  Así resultó que tuve que meter todo el mobiliario en dos pequeños apartamentos, uno para vivir y otro para trabajar.  En aquellos años, cerca de 300 estudiantes costarricenses vivían en Rusia y tenía que tramitar para ellos muchas visas y permisos e inclusive casé a cuatro parejas, ya que entre mis facultades, también entraban las funciones de notario.  Recuerdo que cuando oficié un matrimonio por primera vez, preparé una ceremonia solemne, y tuve que pedirle a mi secretaria Galia que consiguiese un mantel blanco y además, preparé una bebida tipo sangría española.  Pronuncié un discurso, y en general, todo sucedió a la perfección… todos teníamos las manos temblando de nerviosismo… y todos sintieron bien lo serio del momento.  Por lo general, no me gusta hacer cosas improvisadas, y prefiero incluir el elemento ceremonial.  El entonces Jefe del Departamento Latinoamericano del Ministerio de Relaciones Exteriores de la URSS, V.N. Kazimirov, ex embajador en Costa Rica, me trataba muy bien y me dio permiso para trasladarme libremente y visitar casas de ciudadanos soviéticos, así como tener la libertad de recibir a personas de todo tipo en la embajada.  Me aproveché de este permiso en grande, más que nada para dar refugio a los estudiantes costarricenses, ya que muchos de ellos vivían y estudiaban en regiones alejadas del país y cuando necesitaban tramitar algún documento tenían que venir a Moscú por unos cuantos días.  Les dejaba dormir en mi apartamento o en la embajada y siempre tenía muchas visitas.  Afortunadamente, no fui entrenado como diplomático según moldes académicos convencionales y por eso mi enfoque de las relaciones sociales e internacionales correspondía a una visión cosmopolita sin ideas preconcebidas y sí con un diálogo constante con todo el mundo ya que hablaba libremente sobre cualquier tema.  Así formé muy buenas relaciones con los diplomáticos de otros países. 

También en la Casa de la Amistad en Moscú organicé una exposición de fotografías y libros de Costa Rica, siendo la primera y única de este tipo.  Un día conocí personalmente a L.I. Brezhnev, apenas una semana antes de su muerte y tras su funeral fui presentado a Andrópov y a Gorbachov.  Hasta llegué a jugar ajedrez con Anatoli Kárpov quien me obsequió autografiado su libro Diviátaia vertical (Novena vertical – sobre su famosa estrategia).

-  ¿Y usted aprendió la lengua rusa muy bien?

-  Comencé a estudiar ruso aun cuando era estudiante en la Universidad de Costa Rica con un estudiante estadounidense de intercambio de la Universidad de Kansas, hijo de rusos, que dio los primeros cursos de ruso en C.R. En Moscú tuve que comunicarme mucho en ruso así que adquirí del idioma un conocimiento funcional conversacional, pero no lo aprendí a la perfección.  Ahora me ayuda el conocimiento del idioma con el repertorio de canciones rusas, porque sabía cómo pronunciar las palabras correctamente y las enseñé a todos los participantes del conjunto.

-  ¿Cómo le llegó la idea de crear el conjunto musical “Bielie Yuravlí” (Grullas Blancas)?

-  En el pasado siempre reunía a mis amigos para formar grupos de canto, por lo general de villancicos navideños.  Y esta vez hice este tipo de proyecto con la esperanza de ofrecerlo a diferentes hoteles, para presentarnos ante los turistas y el público en general.  Tengo en proyecto no solo canciones rusas, sino también folklore de otros pueblos del mundo.  Cuando supe que Rusia sería el invitado de honor en el FIA, ya desde tiempo atrás tenía concebida y casi montada esta presentación y pensé que tal vez Rusia nos ofrecería algún financiamiento. Pero resultó que todo el programa ruso ya estaba definido; tuvimos que hacerlo por la paga modesta que ofrece el estado costarricense para algunos de los participantes del festival.  Esa paga estaba ya comprometida y gastada en ensayos, vestuario y producción.  Por otro lado, participar en el FIA requiere de cumplimiento con normas burocráticas y fiscales que estimo son excesivas e inapropiadas justamente para los creadores del arte y con las que no estoy de acuerdo.  ¡Justamente para los artistas, que entre todos los oficios y las profesiones son los que más mueren en la miseria en el mundo! En mi opinión son requisitos que coartan la elegibilidad de gran cantidad de artistas folclóricos, aficionados, callejeros, etc., y que fomentan el próspero negocio de comisionistas y agentes de espectáculos.  Ya casi estábamos por contratar a un representante cuando ofreció sus servicios de representación gratuitamente Dmitri Ordansky con su Teatro y nos salvó del aprieto, lo cual mucho agradecemos.  Nosotros mandamos a hacer o cosimos parte de los trajes nacionales rusos y otros nos los prestó Marta Rein.  Aunque hubo críticas y observaciones en cuanto al vestuario aduciéndose que era poco exacto, no estuve de acuerdo por varias razones.  El teatro no es una exposición académica de antropología cultural; conozco las leyes del arte teatral donde todo es una ilusión, todo son símbolos e imágenes.  Si para los costarricenses, un gorro de piel se asocia con Rusia, entonces era obligatorio poner el gorro en escena, aunque, como nos explicaron amigos rusos, nadie se sienta con el gorro puesto dentro de la casa.  Se me sugirió, por ejemplo, que en mi képis no debía ir una rosa porque “tiene que ser un clavel” aunque tomé la idea de ilustraciones rusas y se ven rosas en Rusia también.   Para hacer los bordados en algunas camisas imprimí fotos de bordados rusos en papel autoadhesivo y los adherimos a algunas de las camisas y gorras.  ¡A veces me he descrito como un especialista en imposibilidades escénicas!

-  ¿Cómo logró trasmitir el sonido tan exacto?

-  Amo las canciones populares rusas.  Siempre las he cantado con guitarra en fiestas, las escuchaba, asistía a conciertos.  Me gustan mucho no sólo las melodías, sino también las letras y las traduje en forma poética para cantarlas en español.  Siento tan profundamente la poesía de Rasul Gamzatov que hasta me duele el corazón por aquellos soldados que se transformaron en grullas blancas.  Creo que en algún lugar de mis genes también está incluida la herencia rusa, sólo no sé por cual lado.  El repertorio en parte era conocido y otra parte la encontré en la Internet.  Nuestro conjunto se formó entre viejos y nuevos amigos; con experiencias anteriores conmigo:  Irene Solano, mandolinista y flautista con nuevas aptitudes en la balalaika, Alejandro Ulate, cantante, Angie Loveday, hija de Irene, percusionista, flautista y ahora cantante de ruso, y Stefano Dipadua, mi sobrino, percusionista;  y nuevos:  Rodrigo Aguilar, acordeonista, Valentín Ramírez, contrabajista y, por supuesto nuestra artista invitada rusa Marta Rein; todos los participantes también hacemos los coros.  No todos cantamos como cantantes, pero no es necesario ya que nuestro conjunto no pretende igualarse con el Coro de Pyatnitsky; más bien emulamos el ordinario arte casero de unos simples campesinos.  Comenzamos a ensayar en enero pasado y más que nada tuve que trabajar con el ritmo.  Por ejemplo, la canción En la agreste estepa allende el Baikal está en ritmo de vals; sin embargo no es un baile sino una trágica balada lenta; por eso siempre tuve que ir «aplicando el freno» ¡De lo contrario podría haberse producido una cumbia!  Mucha de nuestra música costarricense se caracteriza por variedad melódica, a veces durante toda la canción: la melodía cambia constantemente y el ritmo prácticamente siempre es el mismo.  En la música rusa frecuentemente es al revés: la melodía se repite constantemente, pero el ritmo y el modo varían mucho, desde lentísimo y muy dramático hasta vertiginoso y ligero. 

-  ¿Quién escribe sus partituras?

-  Aunque he estudiado música académicamente, en mi campo musical profesional -el flamenco andaluz- no existen las partituras; existe por tradición oral y se toca de oído.  Para los demás busqué las partituras en la Internet y ellos escribieron pequeñas partes arregladas por mí.

-  Usted también usa unas fotografías con paisajes rusos proyectados en una pantalla.

-  Sí, son ilustraciones para las canciones; Ana Álvarez colaboró haciendo la proyección.  Pasé muchas horas escogiendo esos paisajes, retratos de personas, caballos, etc.  Todos tenían que estar en el mismo estilo y el mismo formato; a menudo tuve que componer varias fotos y unirlas en una sola.  Es verdad que en las fotos hay muchos caballos, pero es porque están mencionados en los textos.  Sólo nos faltan el tigre siberiano y el oso, ¡pero tampoco se encuentran en las canciones!

-  Había en el conjunto una artista rusa…

-  Sí, Marta Rein.  Puesto que el concierto era en homenaje a Rusia, quería tener a una persona del país como artista invitada, según el estilo de mi proyecto musical Musimundo.  Nos ayudó mucho.  Le pedí que interpretara las piezas que consideré eran más difíciles para los demás y lo hizo como artista excelente que es y con muy pocos ensayos porque se integró al grupo ya en marzo.

-  ¿Cuáles son sus planes siguientes?

-  Tengo en proyecto un programa con la música de los Montes Apalaches que conozco muy bien.  Después con la música de otros países: Argentina, Francia, España, etc.  Podemos pensar en presentaciones internacionales si se presenta la oportunidad.  Para el futuro cercano y en otro campo de actividad está una charla que me han invitado a dar en la Universidad de Virginia sobre un acontecimiento en la vida de J. F. Kennedy en el que fui protagonista. 

-  Muchas gracias por su interesante relato y le deseamos éxitos en la realización de sus planes.  





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