“Cuando era niño,
pocas veces pude comer uvas porque eran golosinas de los ricos. Por eso toda mi vida, soñé con las
uvas”. Fabio Badilla y sus hermanos
heredaron de su padre un pedacito de tierra a 30 km de San José. Gran parte del terreno estaba sembrada de café. “Pero en los últimos años, el café se
convirtió en un cultivo poco provechoso –explica.- Los precios de venta son tan
bajos que uno se muere de hambre”.
Chirraca se
encuentra cerca de San Ignacio de Acosta y por un caminito montañoso se sube una
cuesta empinada, se baja, y al llegar al letrero “Barrio Isabel” a mano
izquierda, hay que doblar por camino de lastre por una bajada aún más pronunciadada,
recorrer unos 2,5 km más, hasta toparse
un portón con columnas de piedra. Ahí se
encuentra el ya popular viñedo “Espavey”.
“Gracias a muchos
amigos que escriben en redes sociales y cuentan de nosotros a todo el mundo, cada
semana viene gente de todas las ciudades de Costa Rica y hasta del
extranjero. Por eso hemos construido
este rancho y una cocina de leña para atender visitas. Nos gusta cuando nos visitan”. Cocinando el almuerzo la esposa de Fabio,
Yorleny vigila cuidadosamente también a
su hija Fabiola de 5 años quien juega con el teléfono. Y ahí mismo, al frente, ¡está la vid tan
conocida! La uva es de la variedad “Isabela”, la misma que comí siendo niña en
Lazarevskoye y donde tuve que
encaramarme en un árbol de cereza porque hasta ahí creció la cepa. “Una vez por ahí se adentró un español; se
sentó en medio del viñedo y dijo: “!Ya, estoy en mi casa, me quedo aquí para
siempre!”, comenta Fabio sonriendo….Y es verdad, la uva, el cultivo antiquísimo
de la humanidad, la fruta reina, tan buena para la salud, despierta
sentimientos fuertes en muchas personas.
Desde que vivo en Costa Rica siempre escucho que el
clima tropical no sirve para cultivar uvas.
Sin embargo, en la finca de
Fabio, las cepas crecen perfectamente bien.
Están como es debido, en filas rectas; los postes de madera y el alambre
de acero soportan toda la estructura. De
las 4 hectáreas de tierra que están registrados como la propiedad de Iván,
hermano de Fabio, el viñedo ocupa 1000 m2 y ahora tiene 500
plantas. Hace diez años, cuando los
hermanos decidieron intentar el cultivo
de uvas, en el Instituto Nacional de
Aprendizaje (INA) les regalaron 500 retoños, de los cuales sólo seis
pegaron. Los demás probablemente estaban
contaminados con el hongo. Todos las
plantas que echaron raíces, resultaron ser de la variedad “Isabela”, así Fabio
en la práctica estableció que esta variedad de uva negra sobrevive mejor en las
condiciones locales. También tienen algo
de uva verde, pero, como dice él, no crece bien. En el INA les dieron un pequeño curso y el
profesor fue un chino de Taiwán, ya que en el país no había (tampoco ahora)
especialistas en uvas. De estas seis
plantas, se están multiplicando en todo
el jardín y y así seguirán ya que el terreno lo permite. La finca está situada en 1000 m sobre el
nivel del mar, por eso la temperatura por las noches baja considerablemente,
además, esta zona se caracteriza con un clima seco; todos esos factores son
importantes. Y un buen cuido, por
supuesto.
En una gran cisterna,
Fabio prepara un humus orgánico especial, mezcla tierra con lombrices y agrega
boñiga de vaca, y a las lombrices, los alimenta con cáscaras de banano. El abono es propio ya que esos hermanos
tienen todo asegurado: Fabio posee otra pequeña finca donde tiene ganado. Asevera que el invierno no es necesario en
absoluto para la uva, y el riego sólo se ocupa en el periodo de maduración de las
frutas. Y además, recogen dos cosechas al
año, en julio y en enero, cada vez de 500 cepas, obteniendo una tonelada de
producto. “La vid comienza a dar fruta a
partir de los 2 años. ¡La primera vez,
dio tanta cosecha que no sabíamos qué hacer!
Por dicha, familiares y amigos nos ayudaron a recoger, y por eso les
regalamos casi todo” – recuerda Fabio con emoción. Hasta ahora siguen regalando mucha fruta,
comparten su experiencia y ayudan a los vecinos que también quieren trabajar la uva.
“Estamos ayudando a nuestra competencia, lo principal es que la gente
decida cambiar el café por la uva, ya que alrededor, todavía hay mucha
pobreza”. Fabio asegura que la experiencia
laboral de 10 años les armó de suficiente conocimiento y todos los problemas ya
han sido superados.
Gran parte de
cosecha se vende en forma fresca. “¡Pero
la “Isabela es ácida!” – digo con sorpresa, recordando nuestra vid en
Lázorevskoye. - “No, ¡la nuestra es muy dulce!” – dice contento. Algunos racimos llegan a pesar de 2 a 3
kg. Y de la uva de condición inferior,
se elabora vino. Este, dice Fabio, da más ganancia que la fruta fresca, pero
todavía no han desarrollado su producción.
“Machacamos las frutas con las manos ya que todavía no tenemos equipo
especial. El vino tiene que reposar por
lo menos 6 meses. Hacemos la bebida en
envases plásticos. Queremos conseguir
barriles de madera, pero en Costa Rica, no hay madera que sirva para eso y hay
que traerla desde Nicaragua”. El vino de
marca “ESPAVEY” es natural, sin aditivos químicos y se elabora de materia prima
orgánica. De cada cosecha, se pueden
lograr hasta 600 botellas. La marca está
en trámite de registro. Es el primer
vino de uva en Costa Rica, hasta ahora ninguna fábrica ha producido vino
aquí. “Cuando estábamos apenas
comenzando –contó Fabio- pedimos un crédito en la sucursal local del
banco. Pero no querían ni escuchar sobre
la uva, nos aseguraban que no era nuestra cultura y no podía crecer aquí. Así que tuvimos que ser autosuficientes. Y ahora, la uva nos da unos ₡ 3,5 millones por año”. Ahora, acota, en el país ya hay más de 10
viñedos que se encuentran en diferentes zonas.
“Pero nadie invita a entrar a verlos y solo venden el producto, pero no te
dejan pasar más allá de la cocina. Y
nosotros, al contrario, tratamos de hacer todo lo posible para popularizar la
uva en el país”.
Ahora,
en abril, las cepas están descansando.
Pronto los hermanos comenzarán a podar la vid y plantar los almácigos en
bolsitas especiales llenas de tierra fértil, para trasplantarlos después. Es obvio que usan la misma técnica de plantar
el café. Tienen la organización muy
precisa de trabajo, las bolsitas ya están listas, esperando en el borde del
viñedo. Cuando los almácigos echen raíces
y broten las primeras hojas, los trasplantarán a la plantación. “Hay que cuidar las plantitas jóvenes como
niños pequeños, hasta que salgan buenas raíces”.
Con gusto hemos recibido la invitación de ver
las otras partes de la finca. Tienen
allá aguacates, mandarinas, manzanas de agua, marañones, sin hablar de naranjas
tradicionales. Todo está muy limpio,
bien cuidado, nada de malas hierbas ni monte, por la orilla del pendiente están
trazados senderos cómodos y por todo lado sobresalen las llaves de agua. Por todo eso, se nota que aquí se invierte un
gran trabajo. “¿Cuántas personas
trabajan esta finca?” – “Sólo mi hermano y yo, y mi esposa por lo general ayuda
en la cocina”. Tampoco hemos visto casa
de habitación alguna. Fabio vive en
Chirraca y su hermano, en San Ignacio, ya que además trabaja en un banco. Con las manos llenas de frutas regaladas,
salimos con desgana de este lugar tan maravilloso y nos despedimos de estas
personas tan admirables y lindas, unos simples campesinos, que merecen todo el respeto
por ser tan grandes trabajadores y personas tan humanas.
Hola! me podría regalar el TELEFONO del señor, me interesa contactarlo, muchas gracias
ОтветитьУдалитьbendiciones!! aleram90@gmail.com