Es de madrugada, el sábado terminó, el domingo recién se asoma… Estoy en la computadora, suena el teléfono. Contesto, aún antes de entender, de quién es el número. Olga, sin tregua, me abruma: “Acabo de enterarme que murió mi mamá”. Seguramente, todos, quienes vivimos lejos de los nuestros, tenemos una relación y sentimientos especiales con respecto a llamadas nocturnas. Y por alguna razón los acontecimientos que le dan vuelta a nuestras vidas con mucha frecuencia ocurren precisamente en las noches. Estamos las dos, aturdidas por la noticia, separadas por la distancia, pero unidas por el dolor y los recuerdos. La memoria nos alcanza, y los recuerdos nos sobrecogen, llenando todo el espacio. ¿Cómo es Irina Aleksándrovna en mis recuerdos, de qué manera la recuerdo?
Ella, Irina Aleksándrovna, es una mujer admirable, muy, muy bella; sus ojos son difíciles de describir e impactantes, son claros y transparentes como el agua; sus cabellos son muy claros también, de un tono platinado; su voz es peculiar, sólo de ella… Geóloga de profesión, estaba enamorada de la geología y podía hablar sobre piedras y minerales durante horas. Tuvo una vida difícil, llena de pruebas, mas rica en acontecimientos que repitieron con exactitud los hitos de nuestra historia. Irina fue la mayor de los hijos que tuvieron sus progenitores. Su padre murió en el frente a finales de la guerra. Su madre crió sola a los hijos. Por su profesión le tocó viajar mucho. Su trabajo era su pasión; siempre trabajó duro, al igual que los hombres. La familia que ella formó no le funcionó; le tocó levantar sola a su hija.
Irina consagró su vida a su hija y nieta velando por ellas de manera abnegada. Vino a Costa Rica varias veces y se quedaba por largos períodos. Siempre estaba rodeada de amigos, al igual que en Rusia. Atraía a la gente como si fuera un magneto. A pesar de su edad, aprendió el idioma y pudo mantener conversaciones de pleno valor con sus amigos costarricenses. No sería mucha exageración decir que su nieta Patricia era la luz en su ventana. Los últimos años la vida le causó varios golpes muy crueles. Uno de ellos fue la muerte trágica de su amiga María Pávlovna. Sin embargo, aunque amando a Costa Rica, en los últimos años, ansiaba regresar a Rusia. Solía decir que quería morir y ser enterrada en su patria, en Rusia. Su voluntad y deseo se cumplieron. A Irina le faltaron varios meses para su cumpleaños número 80. Qué permanezca su memoria eternamente. Nosotros la recordamos. Ella vivirá por siempre en nuestros corazones.
Katia Zamyshliáeva
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