Газета русской общины в Коста-Рике - Periódico de la comunidad rusa en Costa Rica

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суббота, 7 июля 2012 г.

GAZETA # 45. Mayo 2012. Artículo 3. DOCTOR ALEXANDER



Alexander Lótarev trabajaba como médico de la Cruz Roja en su natal Yalta (península de Crimea), hasta que llegaron los tiempos difíciles: su salario mensual, en moneda internacional, era del equivalente a … $ 15!  No quería cambiar su profesión, así que tuvo que cambiar el país de residencia.  Desde aquel entonces Alexander vive y trabaja en Costa Rica.  Los indígenas de Talamanca, los guanacastecos en el Río San Juan y los pacientes en Heredia y San José, todos lo quieren y lo recuerdan, aún después de que ya ha dejado aquellos lugares, llamándolo  simplemente “Doctor Alexander”.  Después de haber trabajado muchos años para el estado, Lótarev tiene ahora su propio servicio de emergencias.  A cualquier hora del día y de la noche llega al enfermo, lo diagnostica, lo receta y al mismo tiempo le aplica las medicinas y de ser  necesario, lo lleva al hospital.  Alexander dice que en Costa Rica no existe otro servicio de emergencias como este;  ya para atender a domicilio, llegan sólo paramédicos, y los médicos prefieren atender pacientes sólo en su oficina.

Este hombre es bien conocido tanto entre nuestros compatriotas como entre muchos costarricenses.  Alexánder Alexándrovich Lótarev es uno de los pocos hombres felices, que toda la vida la dedica a su profesión predilecta, la medicina.  En Costa Rica, le tocó trabajar en diferentes zonas del país.  Y por todo lado lo respetaban por su carácter tranquilo y benévolo, por su humor chispeante y por su profundo conocimiento profesional.  Los costarricenses lo llaman “Doctor Alexander” y nuestros compatriotas, simplemente “Sánych”.

-  Alexander, ¿por qué usted decidió instalarse en Costa Rica?

-  Trabajaba como médico en la Cruz Roja en mi ciudad de Yalta, salvando pacientes con ataques al corazón.  Todos me conocían y estaba muy feliz con mi trabajo.  Cuando estudiaba en el Instituto de Medicina de Crimea, me gradué en la especialización de medicina de emergencia.  Después se desintegró la Unión Soviética y Crimea resultó ser parte de Ucrania.  Antes de eso nunca había escuchado la lengua ucraniana en la calle; ni nadie de mis amigos o familiares quería aceptar la ciudadanía ucraniana.  Yo también lo negaba por mucho tiempo y no quería poner el sello con el “tridente” en mi pasaporte de la Unión Soviética.  Pero después no había de otra, porque en los hoteles de Crimea me amenazaron cobrarme el triple por ser extranjero.


En los años 90 nuestra Crimea de verdad sufrió cambios radicales.  Se produjo una inflación de avalancha, la moneda cayó tan bajo que los billetes de nominaciones pequeñas perdieron todo su valor.  Un día entré al baño público en la estación de buses; no había papel higiénico, pero todo el piso estaba lleno de dinero… ¡puede usted imaginar, para qué lo usaba la gente!  Recibía el salario de varios millones de karbóvanets, pero contando en la moneda internacional eso equivalía apenas a… 15 dólares.  Entonces comprendí que para poder sobrevivir, tenía que cambiar mi profesión porque los médicos en mi país resultaron innecesarios.  En estos días mi mejor amigo Sergey Krutkó me escribió que en Costa Rica hacían falta doctores.  Me vine para acá a  ver, la primera vez en vacaciones en el año 1993 y al año, ya para quedarme.

-  ¿Fue difícil conseguir empleo?

-  Tuve suerte, porque apenas antes de mi llegada, los egresados de universidades soviéticas lograron que se reanudase la vigencia del Convenio cultural, y el estado costarricense comenzó de nuevo a aceptar nuestros títulos.   Pero de cualquier modo, el proceso del trámite se alargó por dos años, ¡me pidieron un montón de papeles!  Además, tuve problemas con el idioma.  Pero no había que hacer exámenes de especialidad, gracias a Dios, los introdujeron más tarde.

-  Me acuerdo las leyendas que andaban sobre sus “perlas” en el idioma español.  ¡Cuente sobre esto!

-  Sí, es verdad que me costó bastante dominar el idioma.  No podía pagar los caros cursos de lengua, y en la casa de Krutkó donde yo vivía el primer medio año, todos hablaban sólo en ruso.   Entonces me metí a trabajar provisionalmente para aprender el idioma. Mientras mis papeles se movían por todas las instancias, me fui a Puntarenas y entré a trabajar en el restaurante y marisquería “Costa del Sol” en Mata de Limón.  El negocio pertenece a un croata.  Le ayudaba en la cocina, y su esposa española fue mi primera profesora del idioma.   ¡Allá comí a gusto los manjares exóticos y variados!  Los camarones, las almejas, los calamares y diferentes tipos de pescado.  Probé todo lo que estaba en el menú.  También aprendí cocinar muchos platillos.  Hasta tenía ganas de transformarme en cocinero, pero al fin de cuentas me quedé fiel a la medicina.  Cuando me mandaron trabajar de médico en una reserva indígena, ya más o menos pude comunicarme en español, pero aún así a menudo sucedían mal entendidos, ¡es que los indígenas tampoco hablaban español muy bien!  Uno de ellos dijo: “tengo aire” (lo que significa “me resfrié”), pero no entendí, me sorprendí con un nombre de enfermedad como este, y le pregunté: “¿Y no tiene agua?”  También tenían enfermedades como “nacido” (absceso) o “pega” (indigestión), tuve que aprender estos términos populares en la práctica.


-  Díganos  con más detalle sobre su trabajo con los indígenas.

-  Cuando en 1995 me reconocieron el título, presenté mis papeles en el Ministerio de Salud y me mandaron por un año, por el sistema de Servicio Civil, a la frontera con Panamá, a la zona de Talamanca, donde viven los indígenas de la tribu bribri.  La clínica se ubicaba en la población de Amubri, y más allá ya no había camino.  En aquel entonces era mucho más joven y lleno de energía, no quería estar sentado esperando cuando los pobladores de lugares alejados lleguen a verme, y decidí visitarlos personalmente.  El enfermero y yo encontramos un baqueano indígena, cargamos el bote con diferentes medicinas y emprendimos el viaje por el río Sixaola corriente arriba, hasta la población de Suretka.  Comencé a organizar expediciones como esta cada semana.  Viajamos a caballo y a veces a pie.  A menudo había que cruzar ríos vadeando, allá aproveché mi antigua experiencia de montañismo en Crimea.  Visitaba los poblados de Alta Uren, Bratsi, Caroma.  La radio local “La voz de Talamanca” anunciaba mis visitas con anticipación.  Y una vez logré llegar hasta los indígenas cabécar, caminábamos dos días por la selva para llegar allá y vadeábamos cuatro ríos.  ¡Antes de eso no habían recibido la visita de  un médico en cinco años!  Cuando sucedían casos de emergencia llevábamos los enfermos al Puerto Limón en una avioneta que pertenecía al sacerdote católico de allá, de origen alemán.  Y una vez me tocó llevar una mujer en labor de parto en la buseta de la Cruz Roja, era su décimo hijo, y nació por el camino, ¡la mujer no dijo ni un “pio”!  De repente escuchamos el llanto del bebé, paramos la buseta y constaté el hecho del nacimiento; lo único que me quedó hacer, era amarrarle el cordón umbilical.  Todos los indígenas se acostumbraron tanto a llamarme “Doctor Alexander” que hasta ahora, aunque ya no estoy allá, ¡a todos los médicos  les dicen “Doctor Alexander”!

-  ¿Y dónde trabajó después de eso?

-  Trabajé medio año en la clínica de La Cruz de Guanacaste como médico general….allá quedaron en mi memoria las espléndidas puestas del sol en Puerto Soley, y después de eso obtuve trabajo de médico en la frontera con Nicaragua, donde un grupo de zapadores trabajaba en el desminado de campos por el programa de la OEA bajo la égida de la Princesa Diana.  Mi nombramiento lo firmó personalmente doña Laura Chinchilla que era entonces la Ministra de la Seguridad Pública.  Las minas eran soviéticas, de producción Checa, y los colocaron los sandinistas en los años 70, durante la insurrección contra Somoza.   Íbamos al trabajo volando 7 minutos en un helicóptero con puertas abiertas, muy bajo, cerca de las copas de los árboles, como en “canope”.  Mientras los zapadores estaban buscando minas, yo estaba dormido bajo el toldo.  “Cuando necesiten mi ayuda, lo escucharé (la explosión)” – les decía.  Y verdad, me despertaba por los sonidos de explosiones ya que al encontrar una mina, la explotaban en el lugar.  Gracias a dios, todo pasó sin víctimas.  Y en el recreo del almuerzo les brindaba atención médica, a los policías, zapadores y enfermeros, a todos  los que la necesitaban.  A veces realizaba vuelos a otras poblaciones a lo largo del Río San Juan donde les daba servicio a los pobladores locales.  Allá, en Caño Negro, donde los turistas vienen para admirar muchas lindas aves, ¡me picaban los mosquitos por todo lado!  ¡Con razón que allá hay tantos pájaros, ya que ese es su alimento!  Recuerdo un acontecimiento, cuando acompañaba un grupo de policías que iban de turno de San José a la frontera norte.  Apenas salimos del aeropuerto en el viejo avión Malibú que los estadounidenses le regalaron a Costa Rica después de la guerra en Vietnam, de repente vi por la ventanilla que el motor derecho estaba “sudando”, cubierto con gotas de agua.  Corrí al otro lado y el motor izquierdo estaba seco.  Como soy hijo de aviador, sospechando algo anormal, fui a la cabina y le advertí al piloto.  Este  inmediatamente pidió permiso para un aterrizaje de emergencia y regresó al aeropuerto.   Resultó que se había roto un empaque en el motor, todo el aceite se derramó, el motor se recalentó, un par de minutos – ¡y estaba a punto de explotar!  Así previne una catástrofe aérea.
 
 Alexander en Perú

Cuando cerraron este programa, de nuevo presenté mis papeles al Ministerio de Salud y me dieron empleo en sustitución de un médico incapacitado en la clínica Solón Núñez de Hatillo.  Allá tuve un caso muy trágico, mi primer fallecido.  Un hombre joven, de alrededor de 40 años, llegó a la consulta caminando y tuvo tiempo para contar que apenas le quitaron yeso del pie, tenía un fuerte esguince del tobillo.  Después de eso se fue a una barbería y mientras le estaban cortando el pelo se sintió mal, con dolor en el pecho.  Con estas palabras cayó muerto.  Sin duda alguna tenía la tromboembolia, un coágulo de sangre se le metió en la arteria coronaria.  Ya que cuando el pie está inmobilizado, la sangre se coagula.  Con eso, es muy necesario recetarle aspirina al enfermo, para diluir la sangre, pero los doctores costarricenses por alguna razón no lo hacen.

Este trabajo pronto terminó, y después tuve muy buena suerte: gané la licitación para trabajar en el Instituto Nacional de Seguros, donde me desempeñé durante 13 años en el dispensario en la ciudad de Heredia.  En estos años atendí más de 30 mil pacientes con traumas por accidentes de trabajo y tránsito.  Me dio mucha alegría su moderno sistema administrativo, muy bien organizado, toda la información está en la computadora, todo está bajo estricto control.  Meterse allá sin cita o sin ser costarricense, es prácticamente imposible.  El paciente gasta 15 minutos de la entrada a la salida, y en este lapso recibe atención médica con examen personal, medicinas y la hoja de incapacidad.  La estatal Caja Costarricense de Seguro Social sólo puede soñar en eso.  Allá la gente pasa sentada por horas esperando que la atiendan y esperando por años que la operen o hagan los rayos X.  En los años de mi trabajo en el INS hice muy buenos amigos entre todos los compañeros, y lo principal, los enseñé ser simplemente honrados, así que para el final de mi trabajo allá, nadie estaba corriendo la pluma para escribir quejas al jefe contra sus compañeros de trabajo. Apenas me fui, de nuevo comenzó el “serrucheo de piso”… lamentablemente, es parte de la cultura costarricense.   Después el contrato finalizó y me pasé por completo a la práctica privada.


-  Y ahora llegamos a lo más interesante.  Cuente sobre su trabajo actual.

-  Lo soñé por muchos años y al fin lo logré – regresé a mi especialización principal, medicina de emergencia.  No era tan fácil adquirir la buseta y el equipo necesario, más aún que en estos tiempos ya me hice de familia y tenía que construir la casa.  Al principio tenía muy pocos pacientes, lo que era de esperar.  Aprovechando la oportunidad quiero expresar mi agradecimiento a mi esposa Yessenia por su paciencia y resistencia cuando nuestra familia vivía días difíciles.  Ahora, después de seis años, ya tengo clientela permanente y está creciendo.  Además de costarricenses, también doy servicio a extranjeros de Canadá y Panamá por el “seguro de viajero” ya que me hice socio con las compañías de seguros de allá.

Mi servicio de emergencia es único de este tipo en Costa Rica.  Tanto la Cruz Roja estatal como las emergencias privadas, sólo viajan con paramédicos y su tarea es – llevar al enfermo de la casa al hospital.  Y los médicos sólo atienden enfermos en sus oficinas, nadie los atiende a domicilio.  Así resulta que las salas de emergencias en hospitales están sobrecargadas, los enfermos están sentados allá por muchas horas, y antes de la consulta médica hay que “clasificarlos”.  La gente aquí a menudo va al hospital hasta con un simple gripe, simplemente porque muchos de ellos no tienen seguro y no los atienden en ningún otro lugar, o muchos tienen pereza para madrugar y sacar cita con un médico en su barrio.   Después de un examen preliminar, aquellos que de verdad resultan muy enfermos, se quedan para diagnóstico posterior y para el tratamiento, a veces durante varios días, por eso nunca hay campo, las camas con enfermos están en los pasillos.  Recuerdo que en nuestro departamento de admisión del Hospital de la ciudad de Levadia, sólo había dos médicos y cuatro camas, ya que a los enfermos los traían allá ya con referencia y sólo aquellos que verdaderamente necesitaban hospitalización.

Sin tener falsa modestia puedo constatar que soy el único médico en Costa Rica que llega a usted con la primera llamada a cualquier hora de día o de noche.  Aún en horas pico, con mi alarma y mis luces de emergencia cruzo San José más rápido que cualquier otro transporte.  Cuando usted llama por el número indicado, le responde personalmente el doctor y no una secretaria o una operadora de “call center”.  Usted puede de una vez contarme sus molestias, así economizo el tiempo para buscar diferentes medicinas.  Soy el único doctor que llega a su cama a las dos de la mañana, lo examina y establece el diagnóstico, al mismo tiempo le pone la inyección necesaria, espera que su estado mejore y se va sólo cuando usted le deje ir.  El doctor lo tranquiliza, le explica todos sus síntomas y le dice cuáles medicina y por qué le manda.  En caso necesario, igualmente rápido lo lleva a cualquier hospital según su elección, y si usted desea ir a un hospital de Seguro Social, lo atienden allá sin fila y sin examen preliminar.  Para llamarme, usted no tiene que pagar cuotas mensuales, como es de costumbre en otras empresas privadas.  Usted le paga al doctor sólo cuando sea necesario.  La salud, es lo más valioso que tiene el ser humano.  Y el servicio médico brindado a tiempo le puede economizar muchos gastos para el tratamiento posterior y le prolongará la vida.


-  ¡Que palabras más bellas!  Y para terminar, me gustaría preguntarle, qué piensa usted sobre el desarrollo de medicina en Costa Rica.

-  Puedo decir, y es mi opinión personal, que la medicina en Costa Rica está desarrollada de manera incoherente.  El surtido de medicinas está limitado, es dos o tres veces menos de lo que teníamos en la URSS.  Es la influencia directa de las grandes empresas farmacéuticas.  Las medicinas nuevas y caras vienen para sustituir las viejas y baratas.

Pero el defecto más grave es, que la generación nueva de doctores (precisamente los que están de servicio por las noches en hospitales) no puede establecer un diagnóstico al enfermo con “manos vacías”, sino sólo con exámenes de laboratorio y sofisticados aparatos de diagnóstico, a veces muy caros y a menudo, poco accesibles.  Todo eso complica y alarga enormemente el proceso de curación, por eso a menudo los enfermos – especialmente en las clínicas de Seguro Social – esperan su diagnóstico durante meses y años, no reciben tratamiento necesario, y cuando los comienzan a curar, ya resulta demasiado tarde.  Pero mi preparación soviética me permite establecer el diagnóstico pato-etiológico sólo en base del examen directo del enfermo y mis 20 años de experiencia médica.

Además, la gran mayoría de los doctores aquí sólo tratan síntomas, sin pensar en eliminar la causa de la enfermedad.  Un caso especialmente agudo es el de asma.  En Costa Rica, que todo el año tiene un clima excelente, existe morbididad récord en comparación con otros países: ¡20% de la población están enfermos de asma! http://www.scielo.sa.cr  En realidad, el diagnóstico no siempre se establece correctamente, ya que aquí llaman “asma” a cualquier bronquitis con dificultad de respiración.  A los enfermos les prescriben medicinas muy potentes para eliminar los síntomas, pero aquellos al corto tiempo regresan aún con más fuerza.  Lo inventaron médicos norteamericanos para tener siempre muchos clientes, transformando todos los enfermos en crónicos.  De este modo, nunca se quedan sin pacientes.  Pero los hospitales costarricenses de Seguro Social siempre están llenos de niños y adultos asfixiados, ¡y es necesario salvarles la vida con urgencia! Nuestros doctores recomiendan, antes que nada, para la prevención de bronquitis, aumentar las defensas de los niños, es necesario tratar de amamantarlos siempre con la leche materna, eliminar parásitos, no resfriarlos.  Y si el niño se enfermó de gripe, vestirlo más caliente, darle de tomar muchos líquidos tibios, la leche, no permitirle tomar nada frío, ni comer helado.  Y a los niños de pecho, es bueno también echarles gotas de leche materna en la nariz para aliviar la respiración.  Si la gripe se prolonga por más de tres días y se complica con la tos, no descuidar la enfermedad, ir con el doctor y comenzar a tomar antibióticos.  También hay que tratar de diluir las flemas, para eso ayuda mucho agregar ¼ cucharadita de bicarbonato de sodio en un vaso de leche tibia o hacer inhalaciones con bicarbonato.  Cuando la toz se vuelve húmeda y las flemas salen, rápidamente llega el alivio.  En cambio el salbutamol que los doctores costarricenses siempre quieren darles a los enfermos, no cura la inflamación ni tampoco refuerza las defensas, lo único que hace es dilatar los bronquios por fuerza.  Y como la inflamación continua, el ahogo regresa al cabo de un corto tiempo.  Pero los más peligrosos son preparados de hormonas; funcionan exactamente al revés: bajan las defensas del organismo y así provocan enfermedades repetitivas.
 
La entrevista con el Doctos Lótarev una vez más confirmó la opinión preconcebida ya hace tiempo, que el nivel profesional e intelectual de nuestros compatriotas residentes en Costa Rica es muy alto.  Y Sánych, de verdad, ya merece ser promovido para el puesto del ministro.  Sus conocimientos y destrezas podrían ser útiles para mucha gente.


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