Alexander Lótarev trabajaba como médico de la
Cruz Roja en su natal Yalta (península de Crimea), hasta que llegaron los
tiempos difíciles: su salario mensual, en moneda internacional, era del
equivalente a … $ 15! No quería cambiar
su profesión, así que tuvo que cambiar el país de residencia. Desde aquel entonces Alexander vive y trabaja
en Costa Rica. Los indígenas de
Talamanca, los guanacastecos en el Río San Juan y los pacientes en Heredia y
San José, todos lo quieren y lo recuerdan, aún después de que ya ha dejado
aquellos lugares, llamándolo simplemente
“Doctor Alexander”. Después de haber
trabajado muchos años para el estado, Lótarev tiene ahora su propio servicio de
emergencias. A cualquier hora del día y
de la noche llega al enfermo, lo diagnostica, lo receta y al mismo tiempo le
aplica las medicinas y de ser necesario,
lo lleva al hospital. Alexander dice que
en Costa Rica no existe otro servicio de emergencias como este; ya para atender a domicilio, llegan sólo
paramédicos, y los médicos prefieren atender pacientes sólo en su oficina.
Este
hombre es bien conocido tanto entre nuestros compatriotas como entre muchos
costarricenses. Alexánder Alexándrovich
Lótarev es uno de los pocos hombres felices, que toda la vida la dedica a su
profesión predilecta, la medicina. En
Costa Rica, le tocó trabajar en diferentes zonas del país. Y por todo lado lo respetaban por su carácter
tranquilo y benévolo, por su humor chispeante y por su profundo conocimiento
profesional. Los costarricenses lo
llaman “Doctor Alexander” y nuestros compatriotas, simplemente “Sánych”.
- Alexander, ¿por qué usted decidió instalarse
en Costa Rica?
- Trabajaba como médico en la Cruz Roja en mi
ciudad de Yalta, salvando pacientes con ataques al corazón. Todos me conocían y estaba muy feliz con mi
trabajo. Cuando estudiaba en el
Instituto de Medicina de Crimea, me gradué en la especialización de medicina de
emergencia. Después se desintegró la
Unión Soviética y Crimea resultó ser parte de Ucrania. Antes de eso nunca había escuchado la lengua
ucraniana en la calle; ni nadie de mis amigos o familiares quería aceptar la
ciudadanía ucraniana. Yo también lo
negaba por mucho tiempo y no quería poner el sello con el “tridente” en mi
pasaporte de la Unión Soviética. Pero
después no había de otra, porque en los hoteles de Crimea me amenazaron cobrarme
el triple por ser extranjero.
En
los años 90 nuestra Crimea de verdad sufrió cambios radicales. Se produjo una inflación de avalancha, la
moneda cayó tan bajo que los billetes de nominaciones pequeñas perdieron todo su
valor. Un día entré al baño público en
la estación de buses; no había papel higiénico, pero todo el piso estaba lleno
de dinero… ¡puede usted imaginar, para qué lo usaba la gente! Recibía el salario de varios millones de
karbóvanets, pero contando en la moneda internacional eso equivalía apenas a…
15 dólares. Entonces comprendí que para
poder sobrevivir, tenía que cambiar mi profesión porque los médicos en mi país
resultaron innecesarios. En estos días
mi mejor amigo Sergey Krutkó me escribió que en Costa Rica hacían falta
doctores. Me vine para acá a ver, la primera vez en vacaciones en el año
1993 y al año, ya para quedarme.
- ¿Fue difícil conseguir empleo?
- Tuve suerte, porque apenas antes de mi
llegada, los egresados de universidades soviéticas lograron que se reanudase la
vigencia del Convenio cultural, y el estado costarricense comenzó de nuevo a aceptar
nuestros títulos. Pero de cualquier
modo, el proceso del trámite se alargó por dos años, ¡me pidieron un montón de
papeles! Además, tuve problemas con el
idioma. Pero no había que hacer exámenes
de especialidad, gracias a Dios, los introdujeron más tarde.
- Me acuerdo las leyendas que andaban sobre sus
“perlas” en el idioma español. ¡Cuente
sobre esto!
- Sí, es verdad que me costó bastante dominar
el idioma. No podía pagar los caros
cursos de lengua, y en la casa de Krutkó donde yo vivía el primer medio año,
todos hablaban sólo en ruso. Entonces
me metí a trabajar provisionalmente para aprender el idioma. Mientras mis
papeles se movían por todas las instancias, me fui a Puntarenas y entré a
trabajar en el restaurante y marisquería “Costa del Sol” en Mata de Limón. El negocio pertenece a un croata. Le ayudaba en la cocina, y su esposa española
fue mi primera profesora del idioma.
¡Allá comí a gusto los manjares exóticos y variados! Los camarones, las almejas, los calamares y
diferentes tipos de pescado. Probé todo
lo que estaba en el menú. También
aprendí cocinar muchos platillos. Hasta
tenía ganas de transformarme en cocinero, pero al fin de cuentas me quedé fiel
a la medicina. Cuando me mandaron
trabajar de médico en una reserva indígena, ya más o menos pude comunicarme en
español, pero aún así a menudo sucedían mal entendidos, ¡es que los indígenas
tampoco hablaban español muy bien! Uno
de ellos dijo: “tengo aire” (lo que significa “me resfrié”), pero no entendí,
me sorprendí con un nombre de enfermedad como este, y le pregunté: “¿Y no tiene
agua?” También tenían enfermedades como
“nacido” (absceso) o “pega” (indigestión), tuve que aprender estos términos
populares en la práctica.
- Díganos con más detalle sobre su trabajo con los
indígenas.
- Cuando en 1995 me reconocieron el título,
presenté mis papeles en el Ministerio de Salud y me mandaron por un año, por el
sistema de Servicio Civil, a la frontera con Panamá, a la zona de Talamanca,
donde viven los indígenas de la tribu bribri.
La clínica se ubicaba en la población de Amubri, y más allá ya no había
camino. En aquel entonces era mucho más
joven y lleno de energía, no quería estar sentado esperando cuando los
pobladores de lugares alejados lleguen a verme, y decidí visitarlos
personalmente. El enfermero y yo
encontramos un baqueano indígena, cargamos el bote con diferentes medicinas y
emprendimos el viaje por el río Sixaola corriente arriba, hasta la población de
Suretka. Comencé a organizar expediciones
como esta cada semana. Viajamos a
caballo y a veces a pie. A menudo había
que cruzar ríos vadeando, allá aproveché mi antigua experiencia de montañismo
en Crimea. Visitaba los poblados de Alta
Uren, Bratsi, Caroma. La radio local “La
voz de Talamanca” anunciaba mis visitas con anticipación. Y una vez logré llegar hasta los indígenas
cabécar, caminábamos dos días por la selva para llegar allá y vadeábamos cuatro
ríos. ¡Antes de eso no habían recibido
la visita de un médico en cinco
años! Cuando sucedían casos de
emergencia llevábamos los enfermos al Puerto Limón en una avioneta que
pertenecía al sacerdote católico de allá, de origen alemán. Y una vez me tocó llevar una mujer en labor
de parto en la buseta de la Cruz Roja, era su décimo hijo, y nació por el
camino, ¡la mujer no dijo ni un “pio”!
De repente escuchamos el llanto del bebé, paramos la buseta y constaté
el hecho del nacimiento; lo único que me quedó hacer, era amarrarle el cordón
umbilical. Todos los indígenas se acostumbraron
tanto a llamarme “Doctor Alexander” que hasta ahora, aunque ya no estoy allá,
¡a todos los médicos les dicen “Doctor
Alexander”!
- ¿Y dónde trabajó después de eso?
- Trabajé medio año en la clínica de La Cruz de
Guanacaste como médico general….allá quedaron en mi memoria las espléndidas
puestas del sol en Puerto Soley, y después de eso obtuve trabajo de médico en
la frontera con Nicaragua, donde un grupo de zapadores trabajaba en el desminado
de campos por el programa de la OEA bajo la égida de la Princesa Diana. Mi nombramiento lo firmó personalmente doña Laura
Chinchilla que era entonces la Ministra de la Seguridad Pública. Las minas eran soviéticas, de producción
Checa, y los colocaron los sandinistas en los años 70, durante la insurrección
contra Somoza. Íbamos al trabajo
volando 7 minutos en un helicóptero con puertas abiertas, muy bajo, cerca de
las copas de los árboles, como en “canope”.
Mientras los zapadores estaban buscando minas, yo estaba dormido bajo el
toldo. “Cuando necesiten mi ayuda, lo
escucharé (la explosión)” – les decía. Y
verdad, me despertaba por los sonidos de explosiones ya que al encontrar una
mina, la explotaban en el lugar. Gracias
a dios, todo pasó sin víctimas. Y en el
recreo del almuerzo les brindaba atención médica, a los policías, zapadores y
enfermeros, a todos los que la
necesitaban. A veces realizaba vuelos a
otras poblaciones a lo largo del Río San Juan donde les daba servicio a los
pobladores locales. Allá, en Caño Negro,
donde los turistas vienen para admirar muchas lindas aves, ¡me picaban los
mosquitos por todo lado! ¡Con razón que
allá hay tantos pájaros, ya que ese es su alimento! Recuerdo un acontecimiento, cuando acompañaba
un grupo de policías que iban de turno de San José a la frontera norte. Apenas salimos del aeropuerto en el viejo
avión Malibú que los estadounidenses le regalaron a Costa Rica después de la guerra
en Vietnam, de repente vi por la ventanilla que el motor derecho estaba
“sudando”, cubierto con gotas de agua.
Corrí al otro lado y el motor izquierdo estaba seco. Como soy hijo de aviador, sospechando algo
anormal, fui a la cabina y le advertí al piloto. Este inmediatamente
pidió permiso para un aterrizaje de emergencia y regresó al aeropuerto. Resultó
que se había roto un empaque en el motor, todo el aceite se derramó, el motor
se recalentó, un par de minutos – ¡y estaba a punto de explotar! Así previne una catástrofe aérea.
Alexander en Perú
Cuando
cerraron este programa, de nuevo presenté mis papeles al Ministerio de Salud y
me dieron empleo en sustitución de un médico incapacitado en la clínica Solón
Núñez de Hatillo. Allá tuve un caso muy
trágico, mi primer fallecido. Un hombre
joven, de alrededor de 40 años, llegó a la consulta caminando y tuvo tiempo
para contar que apenas le quitaron yeso del pie, tenía un fuerte esguince del
tobillo. Después de eso se fue a una
barbería y mientras le estaban cortando el pelo se sintió mal, con dolor en el
pecho. Con estas palabras cayó
muerto. Sin duda alguna tenía la
tromboembolia, un coágulo de sangre se le metió en la arteria coronaria. Ya que cuando el pie está inmobilizado, la
sangre se coagula. Con eso, es muy
necesario recetarle aspirina al enfermo, para diluir la sangre, pero los
doctores costarricenses por alguna razón no lo hacen.
Este
trabajo pronto terminó, y después tuve muy buena suerte: gané la licitación
para trabajar en el Instituto Nacional de Seguros, donde me desempeñé durante
13 años en el dispensario en la ciudad de Heredia. En estos años atendí más de 30 mil pacientes
con traumas por accidentes de trabajo y tránsito. Me dio mucha alegría su moderno sistema
administrativo, muy bien organizado, toda la información está en la computadora,
todo está bajo estricto control. Meterse
allá sin cita o sin ser costarricense, es prácticamente imposible. El paciente gasta 15 minutos de la entrada a
la salida, y en este lapso recibe atención médica con examen personal,
medicinas y la hoja de incapacidad. La
estatal Caja Costarricense de Seguro Social sólo puede soñar en eso. Allá la gente pasa sentada por horas
esperando que la atiendan y esperando por años que la operen o hagan los rayos
X. En los años de mi trabajo en el INS hice
muy buenos amigos entre todos los compañeros, y lo principal, los enseñé ser
simplemente honrados, así que para el final de mi trabajo allá, nadie estaba
corriendo la pluma para escribir quejas al jefe contra sus compañeros de
trabajo. Apenas me fui, de nuevo comenzó el “serrucheo de piso”…
lamentablemente, es parte de la cultura costarricense. Después el contrato finalizó y me pasé por
completo a la práctica privada.
- Y ahora llegamos a lo más interesante. Cuente sobre su trabajo actual.
- Lo soñé por muchos años y al fin lo logré –
regresé a mi especialización principal, medicina de emergencia. No era tan fácil adquirir la buseta y el
equipo necesario, más aún que en estos tiempos ya me hice de familia y tenía
que construir la casa. Al principio
tenía muy pocos pacientes, lo que era de esperar. Aprovechando la oportunidad quiero expresar
mi agradecimiento a mi esposa Yessenia por su paciencia y resistencia cuando
nuestra familia vivía días difíciles.
Ahora, después de seis años, ya tengo clientela permanente y está
creciendo. Además de costarricenses,
también doy servicio a extranjeros de Canadá y Panamá por el “seguro de
viajero” ya que me hice socio con las compañías de seguros de allá.
Mi
servicio de emergencia es único de este tipo en Costa Rica. Tanto la Cruz Roja estatal como las
emergencias privadas, sólo viajan con paramédicos y su tarea es – llevar al
enfermo de la casa al hospital. Y los
médicos sólo atienden enfermos en sus oficinas, nadie los atiende a
domicilio. Así resulta que las salas de
emergencias en hospitales están sobrecargadas, los enfermos están sentados allá
por muchas horas, y antes de la consulta médica hay que “clasificarlos”. La gente aquí a menudo va al hospital hasta
con un simple gripe, simplemente porque muchos de ellos no tienen seguro y no
los atienden en ningún otro lugar, o muchos tienen pereza para madrugar y sacar
cita con un médico en su barrio. Después
de un examen preliminar, aquellos que de verdad resultan muy enfermos, se
quedan para diagnóstico posterior y para el tratamiento, a veces durante varios
días, por eso nunca hay campo, las camas con enfermos están en los
pasillos. Recuerdo que en nuestro departamento
de admisión del Hospital de la ciudad de Levadia, sólo había dos médicos y
cuatro camas, ya que a los enfermos los traían allá ya con referencia y sólo
aquellos que verdaderamente necesitaban hospitalización.
Sin
tener falsa modestia puedo constatar que soy el único médico en Costa Rica que
llega a usted con la primera llamada a cualquier hora de día o de noche. Aún en horas pico, con mi alarma y mis luces
de emergencia cruzo San José más rápido que cualquier otro transporte. Cuando usted llama por el número indicado, le
responde personalmente el doctor y no una secretaria o una operadora de “call
center”. Usted puede de una vez contarme
sus molestias, así economizo el tiempo para buscar diferentes medicinas. Soy el único doctor que llega a su cama a las
dos de la mañana, lo examina y establece el diagnóstico, al mismo tiempo le pone
la inyección necesaria, espera que su estado mejore y se va sólo cuando usted
le deje ir. El doctor lo tranquiliza, le
explica todos sus síntomas y le dice cuáles medicina y por qué le manda. En caso necesario, igualmente rápido lo lleva
a cualquier hospital según su elección, y si usted desea ir a un hospital de
Seguro Social, lo atienden allá sin fila y sin examen preliminar. Para llamarme, usted no tiene que pagar
cuotas mensuales, como es de costumbre en otras empresas privadas. Usted le paga al doctor sólo cuando sea necesario. La salud, es lo más valioso que tiene el ser
humano. Y el servicio médico brindado a
tiempo le puede economizar muchos gastos para el tratamiento posterior y le
prolongará la vida.
- ¡Que palabras más bellas! Y para terminar, me gustaría preguntarle, qué
piensa usted sobre el desarrollo de medicina en Costa Rica.
- Puedo decir, y es mi opinión personal, que la
medicina en Costa Rica está desarrollada de manera incoherente. El surtido de medicinas está limitado, es dos
o tres veces menos de lo que teníamos en la URSS. Es la influencia directa de las grandes
empresas farmacéuticas. Las medicinas
nuevas y caras vienen para sustituir las viejas y baratas.
Pero
el defecto más grave es, que la generación nueva de doctores (precisamente los
que están de servicio por las noches en hospitales) no puede establecer un
diagnóstico al enfermo con “manos vacías”, sino sólo con exámenes de
laboratorio y sofisticados aparatos de diagnóstico, a veces muy caros y a
menudo, poco accesibles. Todo eso
complica y alarga enormemente el proceso de curación, por eso a menudo los
enfermos – especialmente en las clínicas de Seguro Social – esperan su
diagnóstico durante meses y años, no reciben tratamiento necesario, y cuando
los comienzan a curar, ya resulta demasiado tarde. Pero mi preparación soviética me permite
establecer el diagnóstico pato-etiológico sólo en base del examen directo del
enfermo y mis 20 años de experiencia médica.
Además,
la gran mayoría de los doctores aquí sólo tratan síntomas, sin pensar en eliminar
la causa de la enfermedad. Un caso
especialmente agudo es el de asma. En
Costa Rica, que todo el año tiene un clima excelente, existe morbididad récord
en comparación con otros países: ¡20% de la población están enfermos de asma! http://www.scielo.sa.cr En realidad, el diagnóstico no siempre
se establece correctamente, ya que aquí llaman “asma” a cualquier bronquitis
con dificultad de respiración. A los
enfermos les prescriben medicinas muy potentes para eliminar los síntomas, pero
aquellos al corto tiempo regresan aún con más fuerza. Lo inventaron médicos norteamericanos para
tener siempre muchos clientes, transformando todos los enfermos en
crónicos. De este modo, nunca se quedan
sin pacientes. Pero los hospitales
costarricenses de Seguro Social siempre están llenos de niños y adultos
asfixiados, ¡y es necesario salvarles la vida con urgencia! Nuestros doctores
recomiendan, antes que nada, para la prevención de bronquitis, aumentar las
defensas de los niños, es necesario tratar de amamantarlos siempre con la leche
materna, eliminar parásitos, no resfriarlos.
Y si el niño se enfermó de gripe, vestirlo más caliente, darle de tomar
muchos líquidos tibios, la leche, no permitirle tomar nada frío, ni comer
helado. Y a los niños de pecho, es bueno
también echarles gotas de leche materna en la nariz para aliviar la
respiración. Si la gripe se prolonga por
más de tres días y se complica con la tos, no descuidar la enfermedad, ir con
el doctor y comenzar a tomar antibióticos.
También hay que tratar de diluir las flemas, para eso ayuda mucho
agregar ¼ cucharadita de bicarbonato de sodio en un vaso de leche tibia o hacer
inhalaciones con bicarbonato. Cuando la
toz se vuelve húmeda y las flemas salen, rápidamente llega el alivio. En cambio el salbutamol que los doctores
costarricenses siempre quieren darles a los enfermos, no cura la inflamación ni
tampoco refuerza las defensas, lo único que hace es dilatar los bronquios por
fuerza. Y como la inflamación continua,
el ahogo regresa al cabo de un corto tiempo.
Pero los más peligrosos son preparados de hormonas; funcionan
exactamente al revés: bajan las defensas del organismo y así provocan
enfermedades repetitivas.
La entrevista con el
Doctos Lótarev una vez más confirmó la opinión preconcebida ya hace tiempo, que
el nivel profesional e intelectual de nuestros compatriotas residentes en Costa
Rica es muy alto. Y Sánych, de verdad,
ya merece ser promovido para el puesto del ministro. Sus conocimientos y destrezas podrían ser
útiles para mucha gente.
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