En Rusia, desde 1995, el 8 de septiembre se celebra como el
Día de la Gloria Militar de Rusia – el Día de la Batalla de Borodinó, y este
año se cumplen 200 años desde este acontecimiento memorable.
En
la primera década del siglo 19, la Francia burguesa llevaba a cabo guerras
injustas de conquista contra los estados vecinos y esclavizó así a casi todos los países de Europa
Occidental. Sólo Inglaterra, debido a su
posición geográfica, y España, donde ardía el fuego de la lucha nacional
libertadora, se quedaron fuera de la esfera de su influencia. Como no estaba satisfecha con lo logrado,
Francia se esforzaba por apoderarse de nuevos mercados, nuevos fuentes de
materia prima.
Rusia
fue un serio obstáculo en el camino de realización de estos planes. Al contar con la conquista de Rusia, se
proponía usar sus recursos materiales y humanos para después realizar un golpe
contra la colonia más rica de Inglaterra, la India, con lo que el dominio
mundial de Francia sería garantizado. El
ejecutor de los planes conquistadores de la gran burguesía francesa resultó ser
su protegido, el ambicioso imperador Napoleón I, el que soñaba con la gloria
mundial y estaba seguro de que podía aplastar a Rusia.
El
imperador atrajo de su parte a Prusia y Austria y ponía sus esperanzas en Turquía y Suecia. Pero en marzo del 1812 el gobierno sueco
firmó un acuerdo de alianza con Rusia, al que pronto se unió Inglaterra. En mayo fue firmado el acuerdo de paz entre
Rusia y Turquía.
El
24 de junio del 1812 el ejército de Napoleón sin declarar la guerra penetró en
los límites del Imperio Ruso. Napoleón
planeaba romper el flanco izquierdo de los rusos, apretarlos contra el Río
Moscú y así eliminarlos. Por su parte, el
comandante en jefe del ejército ruso M.I. Kutuzov se esforzaba, con una defensa
persistente, debilitar al ejército francés y parar su movimiento hacia Moscú.
El
avance rápido del poderoso ejército francés obligó a los comandantes rusos a
retroceder dentro del país. Al haber
dejado Smolensk, el ejército ruso retrocedió hacia Moscú y se instaló cerca del
pueblo Borodinó, a 125 km de Moscú, en una posición elegida con anticipación
donde Kutuzov decidió dar una batalla general;
posponerla ya era imposible porque el Emperador Alexander exigía parar
el avance del Emperador Napoleón hacia Moscú.
Para estos tiempos, el ejército de Napoleón ya había sufrido grandes
pérdidas y la diferencia en cantidad entre los dos ejércitos disminuyó.
Para
el inicio de la batalla, el ejército ruso contaba con 120 mil personas y 640
armas. El ejército francés contaba con entre
130 y 135 mil personas y 587 armas y eso
tomando en cuenta que al irrumpir en el país, tenía 600 mil personas y 1372 armas y el
ejército ruso, 210 mil personas y 903 armas.
La
batalla de Borodinó, la más grande de la Guerra Patria del año 1812, tuvo lugar
el 7 de septiembre y resultó la más sangrienta del siglo 19. Durante 12 horas las tropas rusas estaban
rechazando los encarnizados ataques del enemigo. A costa de enormes pérdidas, los franceses
empujaron a las tropas rusas, pero no obtuvieron un éxito decisivo. Pérdidas: de los rusos, 44 mil; de los
franceses, 58 mil, o sea, un 40% del total. Según la valoración de pérdidas totales, cada
hora en el campo morían de 2500 a 8500
mil personas o, en cada minuto, una
compañía de soldados. Algunas divisiones
perdieron hasta el 80% de su cuerpo. Del lado de los franceses, se produjeron 60
mil disparos de cañón y casi 1,5 millones disparos de rifles. Con razón, Napoleón llamó a la batalla de
Borodinó su combate más grande, aunque sus resultados fueron bastante modestos
para el famoso jefe militar acostumbrado a victorias.
“Este
día será un monumento eterno de coraje y excelente valentía de los guerreros
rusos donde toda la infantería, caballería y artillería peleaban
encarnizadamente. El deseo de cada uno
era morir en el lugar y no ceder ante el enemigo” – esa fue la alta evaluación
que dio M.I. Kutuzov a los guerreros rusos.
“La
batalla de los gigantes” llamó a este encuentro Napoleón. Más tarde, cuando ya estaba en el exilio, el
derrotado emperador francés admitió que de las 50 batallas que él dio, “en la
batalla cerca de Moscú, más heroísmo fue manifestado y menos éxito
alcanzado. Los franceses demostraron que
fueron dignos de obtener la victoria y los rusos ganaron el derecho de ser
invencibles”.
La
batalla terminó con un resultado indefinido para los dos lados. Las tropas francesas no lograron obtener la
victoria decisiva sobre el ejército ruso que fuese suficiente para el resto de
la campaña. En la noche del 7 al 8 de
septiembre Kutuzov, que ya comprendía que el momento de comenzar el contraataque todavía no había llegado, dio la orden de retroceder. Moscú fue entregada sin lucha. Pero era claro que el ejército desangrado de
Napoleón que se quedó atrapado en Moscú que ardía en incendios, estaba condenado a una derrota
inevitable, la que sucedió muy pronto mientras que el ejército ruso después de
retroceder, conservaba su capacidad para combate.
Napoleón
no pudo conseguir en esta guerra la realización del sueño de aniquilar al
ejército ruso y apoderarse de su territorio.
Contra él, desde el momento de su invasión bárbara y hasta su retirada
sin gloria, no sólo peleaba un ejército
activo y destacamentos de guerrilla armada, sino también todo el pueblo
ruso. Los campesinos, los ciudadanos de
pueblos y aldeas se unían y organizaban
grupos guerrilleros encabezados por representantes de todas las clases de la sociedad. Entre ellos estaban tanto terratenientes como
escribanos, sacerdotes y burgueses. El
héroe de la guerra del año 1812 P.I. Bagratión dijo que esta no era una guerra
corriente, sino una guerra nacional.
Hasta el fin de diciembre los restos del ejército de Napoleón fueron
expulsados con deshonra de Rusia, lo que sirvió de señal para una insurrección
general contra la dominación francesa en el Occidente.
Iryna Borovyk
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