El pasado domingo 7 de octubre nuestros
compatriotas y amigos costarricenses se reunieron en el teatro “Espressivo
Pinares” para disfrutar música y poesía rusa en interpretación en vivo de sus
amigos. La actividad fue organizada por
el Consejo Coordinador de Compatriotas en Costa Rica. El teatro nuevo, con excelente acústica,
sonido y luces, les concedió a los artistas todas las condiciones necesarias
por un precio muy cómodo, y por eso agradecemos al dueño de la empresa “Café
Britt” Steve Aronson.
¿Cual
compatriota pueda dejar de amar las canciones de Vysotski, Okudzhava, Vizbor o
Novella Matveeva? Todos crecimos con estas simples cancioncitas de profundo
contenido romántico, filosófico o crítico, las que fueron muy características
para el período soviético, cuando este tipo de arte muchas veces fue el único
método de expresar su propia opinión o los sentimientos cívicos del poeta. Escuchábamos esas canciones con los amigos,
las cantábamos con la guitarra en la cocina o en la finca, en un picnic con la
fogata, las grabábamos en radio grabadoras de cintas kilométricas.
El
Consejo Coordinador de Compatriotas en Costa Rica, a propuesta de Nadia Gríshina, hace tiempo planeaba
organizar una noche como esa: había planes de reunirnos en un parque, o en un
club, o en la playa. Pero Marta Rein y
Mitia Ordanski, ya que son artistas con experiencia, esta vez decidieron
organizar esa actividad “a lo grande”: si, cantar, que sea con un buen micrófono y en una
buena sala. Fue muy buena la idea de
Marta de transformar el escenario en una “cocina” con la tetera, unas copas y
botellas de vino – como antes, “como de costumbre”. La animadora no anunciaba los nombres de
artistas con voz oficial, sino que invitaba a los participantes, como amiga, a
su “cocina” y hasta les ofrecía tomarse un traguito de viejo vino añejado o
vodka (de verdad, no hemos podido aclarar si era un accesorio teatral).
Los
espectadores fueron conmovidos y sorprendidos con los talentos de sus
compatriotas, y, entre ellos había gente de diferentes profesiones. El médico San Sanych desde el principio “dio
cuerda” al público con las canciones de Vysotski. La educadora Elena Polster interpretó con
penetración las canciones románticas de Novella Matveeva. El empresario de seguridad Artur Mitinian les
cautivó a todos no sólo con su voz, sino también el acompañamiento en la
guitarra y el teclado. La música, la
letra, su voz y manera de interpretación – todo estuvo de altura. Los amigos dijeron unánime que Artur hace
tiempo debería de dejar su trabajo principal y dedicarse sólo al arte. El consejero de la embajada de Rusia Yuri
Khlébnikov interpretó de manera espléndida canciones de bardos rusos. También nos gustaron las canciones de Dmitri
Ordanski por su sinceridad y lirismo. En
el concierto, no sólo sonaba música sino también poesía y prosa. La Madre Yulia Kulakova leyó su relato “El
angel descalzo”. El médico Sergey Krutkó
les regaló a los espectadores sus poesías las que les provocaron lágrimas. Iryna Borovyk compartió su mensaje rimado al
ser amado, el que tenía guardado por muchos años y hasta ahora confió al
público. También fue una sorpresa
agradable la participación del costarricense Ustín Skripachov, nuestro joven
amigo, enamorado de la cultura rusa, el que hizo un acompañamiento muy acertado
con su violín para Marta, con la canción “Los pastos paradisiacos” de
encantadora belleza.
En Facebook aparecieron muchas referencias exaltadas como, por ejemplo, el comentario de Olga Skvortsova:
“No soy persona de teatro, es decir, estuve sobre el escenario
la última vez hace años, cuando fui niña.
Soy una espectadora muy corriente.
Pero tuve una suerte increíble: entré a la sala durante el ensayo y ahí
me quedé hasta el final, ya que mi esposo fue participante. El escenario fue muy normal. ¡Y tanto han escrito sobre su magia, sobre el
milagro de su transformación! Pero el
ensayo… ¿qué puede tener de especial? Pero, sí, fue especial. ¡Ya es tiempo, es tiempo, TIEMPO! Probar!
Terminar de escribir! Unir las
voces! Pulir! Poner los acentos necesarios! Sin apuros… sin presión… Y después, aquel escenario tan corriente, ya
no es un escenario, sino… una cocina, acogedor y cordial, y con la botellita de
vodka en la mesa, y el portwein,
aquel, de las “reservas de oro”. Y ahí
está la doña. ¡Es magnífica, más bien es
una diosa! Y aparece la magia, tal vez
la misma que tanto se han escrito, me trasladó a esta mesa, y ya la tetera me
quema las manos, y suena la MÚSICA, y mi corazón se hiere con la POESÍA…”
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