Iryna Borovyk
Hace pocos siglos, ya después de Colón, en las aguas del Caribe, el mar más grande en el
Globo Terrestre, el que baña una de las costas de Costa Rica (el nombre
que le dio al país el Gran Navegante en el año 1502), se llevaban a cabo los
acontecimientos que sirvieron de trama para muchas películas de aventuras. En los siglos 16 y 17 el poder en el mar lo
tenían los piratas, saqueadores que vaciaban los barcos de los ladrones. Estos fueron los que implantaban la fe
católica a fuego y espada y de paso, se apoderaban de todo lo que, según su
opinión, les servía en la patria.
El oro, la plata y otras joyas preciosas, que en
abundancia se encontraban en México y Perú, se transportaban por tierra a
Panamá y desde allí por vía marítima, a España.
Las cargas que iban desde el norte, pasaban por Costa Rica, porque
ésta limita con Panamá. Se puede decir
que el botín llegaba a las manos de los saqueadores marinos por sí solo, lo
único que tenían que hacer es esperarlo en un lugar adecuado.
La piratería, como profesión lucrativa, existía a lo
largo de miles de años, desde cuando los mercaderes comenzaron usar las flotas
y vías marítimas para transportar sus cargas, aparecieron los profesionales que
“ayudaban” a deshacerse de éstas. Los
legendarios Heracles y Jasón, por su ocupación, fueron simples piratas. Pero en la historia hay unos nombres
verdaderos de griegos, por ejemplo, Entorus, quien cerca del año 1800 antes de
Cristo unió a todos los esclavos indigentes para formar una pequeña flota y con
su actividad enérgica arruinó el comercio persa. Al rey Darías le fue muy mal ya que los
persas fueron marineros mediocres y no pudieron darle resistencia merecida a
los saqueadores.
Regresando con
los piratas del Mar Caribe, tenemos que decir que gracias a su oficio, no sólo
llegaron a ser descubridores de tierras nuevas sino que más adelante, al retirarse de un trabajo
tan “estresante”, hasta obtenían puestos de gobernadores (como Henry Morgan),
jueces, almirantes; un reconocido pirata William Dampier, el que enterró, igual
que Morgan, una parte de sus tesoros en la isla costarricense del Coco, llegó a
ser oceanógrafo y escritor. Además descubrió un grupo de islas en el océano
Índico. Es interesante saber que una vez
en su tripulación, para participar en la siguiente travesía de piratas, por
poco se le une Alexander Selkirk, quien
fue el prototipo de Robinson Crusoe de Daniel Defoe; y otro pirata, el más reconocido
de todos, Francis Drake, de cuyo nombre fue llamada una de las bahías de
Costa Rica, también fue lord, baronet y almirante de la flota inglesa, y no
sólo fue el segundo después de Magallanes en realizar un viaje alrededor del
mundo y el primero en recorrer la costa de América del Sur por el estrecho entre la
Tierra del Fuego y la Antártida, sino también en el año 1587 destruyó la tan odiosa -para todos los piratas- “Armada
Invencible”, de España.
Fue una alegría para Gran Bretaña, Francia y los
Países Bajos, los que también querían aprovecharse del buen bocado – el Nuevo
Mundo, pero no podían acercarse a éste, ya que no les alcanzaban fuerzas para
una batalla con los españoles en el mar abierto. Y aquellos, temiendo competencia en el
negocio lucrativo, el saqueo de la población nativa, no les permitían
desarrollar comercio, ni tampoco fundar poblaciones. Entonces, estos países tenían que expropiar a
los expropiadores, o sea, piratear.
Pero era con base legal. Los
reyes extendían cartas en las que permitían saqueos a sus capitanes, quienes
entre los franceses, se llamaban corsarios, entre los holandeses, kaperos, y
entre los ingleses, privateres.
Y al Mar Caribe a menudo lo llamaban el Mar de los
Filibusteros, lo que traduciendo del francés quiere decir el Mar de los
Piratas, y hasta ahora lo nombran el Mar de los Tesoros. Si en un mapa del Hemisferio Occidental se
une en línea recta Montreal en Canadá con la punta Cabo Frío que se encuentra
cerca de Río de Janeiro en Brasil y luego
se traza una línea hacia la isla costarricense del Coco en el Océano Pacífico,
y de ahí – otra vez hacia Montreal, entonces obtenemos un gigantesco triángulo
al que los historiadores llamaron “El triángulo de Oro” o “El triángulo de los tesoros”. Precisamente este territorio fue saqueado más
que cualquier otro, y gran cantidad de galeones llenos de joyas que se dirigían
a España atravesando las extensiones del Mar Caribe, situado en el centro de
este triángulo, donde sufrían de tormentas, estrellándose contra arrecifes y naufragaban debido a los enfrentamientos con
los piratas, formando así unos enterramientos marinos de riquezas
incalculables.
Pero lo saqueado fue tanto que alcanzó a los países
que cubrían a los piratas, igual que a ellos mismos. Ya que no tenían la oportunidad de llevar su
parte del botín a la patria, donde el trabajo no esperaba, los piratas, al igual
que el reconocido griego Entorus, quien fue el primero en utilizar el método de
enterrar los tesoros bajo tierra, también escondían sus botines de esta manera
con la esperanza de regresar por ellos en tiempos más oportunos.
Algunos
lo lograron, pero la mayoría nunca pudieron sentirse ricos. Para siempre desaparecieron en la vorágine
del mar o resultaron inválidos después
de tantísimas batallas, y nunca regresaron a estos lugares secretos, entre los
que también figura la Isla del Coco que pertenece a Costa Rica.
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