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среда, 26 декабря 2012 г.

GAZETA # 52. Diciembre 2012. Artículo 6. EL MAR DE LOS FILIBUSTEROS Y COSTA RICA




Iryna Borovyk

Hace pocos siglos, ya después de Colón, en las  aguas del Caribe, el mar más grande en el Globo Terrestre, el que baña una de las costas de Costa Rica (el nombre que le dio al país el Gran Navegante en el año 1502), se llevaban a cabo los acontecimientos que sirvieron de trama para muchas películas de aventuras.  En los siglos 16 y 17 el poder en el mar lo tenían los piratas, saqueadores que vaciaban los barcos de los ladrones.  Estos fueron los que implantaban la fe católica a fuego y espada y de paso, se apoderaban de todo lo que, según su opinión, les servía en la patria.

El oro, la plata y otras joyas preciosas, que en abundancia se encontraban en México y Perú, se transportaban por tierra a Panamá y desde allí por vía marítima, a España.  Las cargas que iban desde el norte, pasaban por Costa Rica, porque ésta limita con Panamá.  Se puede decir que el botín llegaba a las manos de los saqueadores marinos por sí solo, lo único que tenían que hacer es esperarlo en un lugar adecuado.

La piratería, como profesión lucrativa, existía a lo largo de miles de años, desde cuando los mercaderes comenzaron usar las flotas y vías marítimas para transportar sus cargas, aparecieron los profesionales que “ayudaban” a deshacerse de éstas.  Los legendarios Heracles y Jasón, por su ocupación, fueron simples piratas.  Pero en la historia hay unos nombres verdaderos de griegos, por ejemplo, Entorus, quien cerca del año 1800 antes de Cristo unió a todos los esclavos indigentes para formar una pequeña flota y con su actividad enérgica arruinó el comercio persa.  Al rey Darías le fue muy mal ya que los persas fueron marineros mediocres y no pudieron darle resistencia merecida a los saqueadores.

Regresando con los piratas del Mar Caribe, tenemos que decir que gracias a su oficio, no sólo llegaron a ser descubridores de tierras nuevas sino  que más adelante, al retirarse de un trabajo tan “estresante”, hasta obtenían puestos de gobernadores (como Henry Morgan), jueces, almirantes; un reconocido pirata William Dampier, el que enterró, igual que Morgan, una parte de sus tesoros en la isla costarricense del Coco, llegó a ser oceanógrafo y escritor. Además descubrió un grupo de islas en el océano Índico.  Es interesante saber que una vez en su tripulación, para participar en la siguiente travesía de piratas, por poco se le une Alexander Selkirk, quien fue el prototipo de Robinson Crusoe de Daniel Defoe; y otro pirata, el más reconocido de todos, Francis Drake, de cuyo nombre fue llamada una de las bahías de Costa Rica, también fue lord, baronet y almirante de la flota inglesa, y no sólo fue el segundo después de Magallanes en realizar un viaje alrededor del mundo y el primero en recorrer la costa de  América del Sur por el estrecho entre la Tierra del Fuego y la Antártida, sino también en el año 1587 destruyó  la tan odiosa -para todos los piratas- “Armada Invencible”, de España.

Fue una alegría para Gran Bretaña, Francia y los Países Bajos, los que también querían aprovecharse del buen bocado – el Nuevo Mundo, pero no podían acercarse a éste, ya que no les alcanzaban fuerzas para una batalla con los españoles en el mar abierto.  Y aquellos, temiendo competencia en el negocio lucrativo, el saqueo de la población nativa, no les permitían desarrollar comercio, ni tampoco fundar poblaciones.  Entonces, estos países tenían que expropiar a los expropiadores, o sea, piratear.   Pero era con base legal.  Los reyes extendían cartas en las que permitían saqueos a sus capitanes, quienes entre los franceses, se llamaban corsarios, entre los holandeses, kaperos, y entre los ingleses, privateres. 

Y al Mar Caribe a menudo lo llamaban el Mar de los Filibusteros, lo que traduciendo del francés quiere decir el Mar de los Piratas, y hasta ahora lo nombran el Mar de los Tesoros.  Si en un mapa del Hemisferio Occidental se une en línea recta Montreal en Canadá con la punta Cabo Frío que se encuentra cerca de Río de Janeiro en Brasil y  luego se traza una línea hacia la isla costarricense del Coco en el Océano Pacífico, y de ahí – otra vez hacia Montreal, entonces obtenemos un gigantesco triángulo al que los historiadores llamaron “El triángulo de Oro” o “El triángulo de los tesoros”.  Precisamente este territorio fue saqueado más que cualquier otro, y gran cantidad de galeones llenos de joyas que se dirigían a España atravesando las extensiones del Mar Caribe, situado en el centro de este triángulo, donde sufrían de tormentas, estrellándose contra arrecifes y  naufragaban debido a los enfrentamientos con los piratas, formando así unos enterramientos marinos de riquezas incalculables.

Pero lo saqueado fue tanto que alcanzó a los países que cubrían a los piratas, igual que a ellos mismos.  Ya que no tenían la oportunidad de llevar su parte del botín a la patria, donde el trabajo no esperaba, los piratas, al igual que el reconocido griego Entorus, quien fue el primero en utilizar el método de enterrar los tesoros bajo tierra, también escondían sus botines de esta manera con la esperanza de regresar por ellos en tiempos más oportunos.
Algunos lo lograron, pero la mayoría nunca pudieron sentirse ricos.  Para siempre desaparecieron en la vorágine del mar o resultaron  inválidos después de tantísimas batallas, y nunca regresaron a estos lugares secretos, entre los que también figura la Isla del Coco que pertenece a Costa Rica

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