Газета русской общины в Коста-Рике - Periódico de la comunidad rusa en Costa Rica

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суббота, 4 мая 2013 г.

GAZETA 56. Abril 2013. Artículo 4. PERSONAJE DEL MES. Nina Vóronova, una persona de corazón inapreciable.




Nina Vóronova nació y creció en un área verde cerca de Moscú, donde cada niño, desde pequeño, aprende el alfabeto de la Naturaleza, la que llega a ser su mejor amiga para toda la vida.  Desde pequeña, Nina quería ser médico.  No pudo llegar a serlo pero aún así que se graduó de enfermera.  Desde la edad de 17 años comenzó a trabajar para colaborar con los gastos del hogar.  Cuando Nina se casó y llegó a Costa Rica, era una muchacha todavía muy joven.  Como muchos de nuestros compatriotas, aprendió el idioma rápidamente y comenzó a trabajar en su especialización.  La riqueza principal de Nina no es el dinero sino su personalidad inestimable.  Es muy sociable, benévola, gustándole el  participar en todas las actividades y ayudar a los enfermos.  Estas cualidades las  heredó de su madre, Maria Ivánovna, quien vive ahora con ella.  Nina es la portadora de la cultura rusa.  No olvida su querido bosque ruso, el idioma, las canciones y los platillos de la cocina rusa, ni tampoco deja que los demás los olviden.

Nina Vóronova nació y creció en una familia de obreros cerca de Moscú.  Vive en Costa Rica hace más de 30 años, pero va mucho a Rusia de visita.


-  Nina, háblenos de su niñez.


-  Nací en la ciudad de Podolsk, cerca de Moscú, y cuando tenía 6 años nuestra familia se pasó a vivir en la población de Shérbinka, en la misma área.  Desde niña crecí con la naturaleza y a menudo iba al bosque para recoger hongos, frutas, acedera o avellanas.  En vacaciones de verano, mi hermana y yo pasábamos todo el tiempo con nuestra abuela en una aldea de la región de Stúpino.  Este lugar estaba rodeado por bosques y campos sembrados, increíblemente bellos y encantadores, y eso fue  mi pequeña patria, mi riqueza más preciada.  Mi abuela, mamá y la tía conocían y recogían buenas hierbas medicinales y nos enviaban a recogerlas: hipérico (o hierba de San Juan), ortiga, manzanilla, milenrama, artemisia.  Siempre en nuestra mesa había un “samovar” (percolador) con el té medicinal de la aromática hierba de San Juan y también a menudo hacíamos el té con hojitas de grosellas o cerezas.  Estas plantas son muy buenas para subir las defensas del organismo.  Mi hermana y yo nos metíamos al río por horas, pero muchas veces la abuela nos ordenaba ayudar en las hortalizas: plantarlas, regarlas y escardar las siembras.  También nos tocaba trabajar en el sótano, escogiendo las papas del año pasado.  Mi hermana y yo refunfuñábamos con la abuela, nos resentimos que no nos dejaba pasear, mientras otros niños estaban pasando muy alegremente las vacaciones.  Pero ahora pienso que debo agradecerla por todo eso, porque en aquellos días de verano pasé por una verdadera escuela de la vida.  Desde niña, soñaba en ser doctora, pero no sucedió, así por lo que llegué a ser enfermera.  En la familia, la situación material era muy difícil, y a los  17 años me  fui a trabajar en el hospital # 49 de Moscú, en la región de Kapotnia.  El camino me tomaba una hora y media, por  tren y bus.  Fue muy difícil, me caía del cansancio, pero no me quejaba.  Mi carácter alegre y el optimismo siempre me salvaban.  Soñaba en ir a estudiar en la universidad médica, pero debido a las dificultades materiales estos planes nunca se pudieron realizar.  En cambio, en el trabajo aprendí a hacer masajes, terapia física y un curso de gimnasia curativa.  Esta especialización más adelante me ayudó mucho en la vida.  Siempre me gustaba trabajar con métodos naturales de tratamiento, y más adelante eso llegó a ser mi trabajo principal, diario y querido.


-  ¿Y cómo llegó usted a Costa Rica?


-  Siempre fui muy sociable, tenía muchas amigas.  Las muchachas teníamos la tradición de celebrar todos los cumpleaños en el café-heladería “Metélitsa” situada en mi querida avenida Kalíninsky.   Un día mi amiga y yo entramos a tomar un cóctel en un bar situado en el local contiguo, y allá cerca, en una mesa estaban dos muchachos, uno ruso y el otro algo extraordinariamente parecido a un hindú.   Así conocí a Gilberto.  Para mí, fue muy interesante comunicarme con una persona de otro país. Empezamos a salir, y sin darme cuenta me enamoré de él, yo tenía 18 años en aquel entonces.  Mi madre estaba en contra, me desaconsejaba y hasta peleaba abiertamente, pero los jóvenes siempre hacen todo lo contrario a los consejos de los mayores, y nos casamos.  Gilberto se graduó de economista y en el año 1979 llegamos a Costa Rica.  Mi mamá se quedó con mi hermana menor, ya divorciada de nuestro padre desde hacía bastante tiempo, y en los años 90 mi hermana también emigró con su esposo a América, y ahora vive en Nueva York.  Nuestra madre ya es muy mayor, y queremos tenerla con nosotras, para que viva medio año en los Estados Unidos y medio año en Costa Rica.  Pero todavía no se ha decidido a trasladarse por completo ya que le cuesta alejarse de su tierra.


-  ¿Cómo logró acostumbrarse a la cultura nueva?


-  Muy fácilmente, con 23 años uno aprende y asimila todo muy rápido.  De repente comencé a comunicarme en español con los familiares de mi esposo, con los que estuvimos viviendo juntos cerca de tres años.  Tuve muy buenas relaciones con toda su familia y las conservo hasta ahora, aunque Gilberto y yo nos separamos hace unos cuantos años.  Dominé muy bien el idioma español, hasta las expresiones locales costarricenses, como “no te hagas la  rusa” que significa “no seas tonta” o “estoy detrás del palo” que significa “no entiendo nada”.  Me acostumbré rápido a la vida nueva, siempre me gusta todo lo nuevo y fácilmente hago contacto con la gente.  Pero estuve increíblemente aburrida por estar en casa sin trabajo ya que este modo de vida no es para nosotras las mujeres rusas.  Para ocuparme de algo, cocía ropas infantiles a mano: camisetas, pantaloncitos, gorritos.  Desde el principio traté de que me reconocieran mi título de enfermería, recogí y traje de Moscú un montón de papeles, pero al fin y al cabo nada funcionó, ya que es muy complicado legalizar aquí nuestros títulos de educación secundaria especial.  Me cansé de todo este papeleo y decidí trabajar de manera privada.  Mi primer paciente vivía en Los Arcos, Irena Kocherzhinskaya me ayudó a conseguirlo y por eso le agradezco mucho.  Era muy lejos viajar a aquel lugar, y había que hacerle masajes todos los días, aun los domingos, pero estaba alegre porque creía que es una gran felicidad poder trabajar y ser útil para alguien.  Después tuve buena suerte en entrar a trabajar en un gimnasio como masajista.  Aunque nunca pude estudiar en la universidad, en cambio hice muchos cursos de alimentación macrobiótica, masaje y yoga y todo el tiempo trabajaba usando estos conocimientos para el bien de la salud del ser humano.  Poco a poco aparecieron los clientes y primeras amigas costarricenses, las que me ayudaban a buscar pacientes entre sus amistades y familiares.  Una de ellas, Conchita Rossi, una persona linda y buena, se hizo muy cercana a mí, casi una hermana y siempre me escuchaba, tranquilizaba y me aconsejaba.  En el año 1988, cuando mi hijo Iván estaba por nacer, me celebró el té de canastilla en su casa.   Cuando mi hijo creció un poco, comencé a buscar trabajo a través de los anuncios en los periódicos y conseguí empleo en un hogar infantil llamado “Hogar Luz” donde trabajé más de seis años.  Allá atendíamos niños enfermos que padecían parálisis cerebral, retraso mental y otras enfermedades graves:  muchos de ellos morían a edades tempranas, mientas que otros fueron adoptados por extranjeros.  Me encariñé mucho con una niña que era inteligente y divertida, siempre la andaba en brazos, y cuando la adoptaron, todas las enfermeras sintieron tristeza al separarse de ella, llegando incluso al llanto.


-  Por lo que veo, usted es una persona muy compasiva…


-  Sí, lo heredé de mi madre.  Ella siempre ayuda a todo el mundo, se compadece y participa con sus consejos y con todo lo que puede.  Cuando alguien viene de visita o alguna vecina pasa por su casa, sin falta la invita a comer o  a tomar el té y le regala pasteles para llevar, no puede ser de otra manera.  Cuando estoy mal, pienso: alguien ahora tal vez está aún peor que yo.  Mis problemas son pequeñeces de la vida, uno no tiene que concentrarse y aferrarse a ello.  Al ayudar a los demás, uno se vuelve más fuerte.   No comprendo y no acepto a los egoístas, nuestra cultura cristiana nos enseñó siempre a responder a la necesidad y el sufrimiento de los demás.  Mi tía decía: ‘si te vienen a pedir, es un pecado no darles; aún si no tienes nada, deles aunque una cebolla’.  Cuando alguien de nuestros amigos se enferma, siempre pienso: ¿cómo puedo dejar de apoyarlo? dejar de ayudar? ya que prácticamente no tenemos familia aquí cerca.  Ayudo como puedo y con lo que puedo, aunque con una llamada telefónica o una visita, llevo algo a la persona que sufre, una golosina, frutas o medicinas.  Hasta ahora me acuerdo cómo Raya Bikkazákova, Nina Sinytsina, Katia Zamyshlyáeva y yo visitábamos a Natasha Sítchenko cuando estaba muy enferma de cáncer.  Tratábamos de visitarla cada semana.  Y creo que la persona que siente la preocupación y amor hacía sí misma, también se hace más fuerte, percibe sus sufrimientos y su enfermedad de manera diferente.  En eso, Natasha fue un gran ejemplo para todos nosotros, nos dejó, pero su lucha nos dio a todos más fuerzas para seguir la vida hacia adelante.


-  ¿Le gusta participar en actividades sociales?


-  Por supuesto, de otra forma la vida es muy aburrida y no tiene sentido.  Cualquier evento es una fiesta para el alma, le sube el ánimo, lo enciende.  Mi mamá, mis amigas y yo tratamos no dejar pasar ni un solo concierto, festival o espectáculo.  De los artistas rusos me gustan mucho Alexander Malínin y  Nikolai Slichenko (ya tiene casi 80 años, pero ¡todavía da conciertos con gran éxito y se ve perfecto! Otro ejemplo para nosotros).  Por supuesto, amo mucho a Khvorostovsky.  Y de los artistas costarricenses, es el grupo “Éditus”, los adoro y admiro su inmenso talento.  También me gustan los cantautores Esteban Monge y Guadalupe Urbina.  De los latinoamericanos, Mercédes Sosa, por supuesto, y mi cantante favorito, Facundo Cabral, tuve suerte de presenciar sus conciertos varias veces y  también Julio Iglesias, lo vi y lo escuché hace poco con mi mamá en Moscú.  Me da mucha pena que no pude presenciar el concierto de la “Musa Rusa” porque en este tiempo estaba en Moscú, pero por el Facebook me dio mucho gusto ver todo lo que pude, con gran orgullo por nuestros talentos.  Me alegra mucho que ahora nuestra vida aquí comenzara a latir con más energía, gracias a la creación de la asociación cultural rusa.  Cuando hay que ayudar a preparar o realizar algún evento u organizar un picnic, siempre estoy de acuerdo y cómo puedo, reúno a todas mis amigas, vecinas de Cartago, es donde vivo.  A menudo nos reunimos en la casa de alguna de nosotras, celebramos nuestras fechas o viajamos a la naturaleza, a una piscina.  Y siempre están presentes nuestro humor, nuestros platillos y por supuesto, nuestras canciones.  Me gusta mucho cantar, especialmente viejas canciones típicas rusas, es de familia.  Las dos abuelas mías cantaban, y una tenía la voz cómo de Ruslánova.  Mi mamá por poco se hizo cantante, la aceptaron a un coro, pero la abuela no se le permitió.  Así que para nosotros, cantar después de cualquier cena festiva o a veces sin ninguna causa especial, es natural y vital.


-  Usted va mucho a Rusia?
 

-  Antes no podía  viajar mucho y me hacía mucha falta.  Me acuerdo que el primer año aquí, estaba muy deprimida y hasta no quería comer nada, perdí mucho peso.  Un día los familiares de mi esposo me invitaron a ir con ellos a coger café.  Allá respiré el aire fresco y me “comuniqué” con las plantas y de una vez me sentí mejor, comencé a comer bien y toda la depresión se curó.  Amo la naturaleza.  Últimamente voy a Rusia más seguido, para hacer algún trámite, también visitar mis familiares y amigas.  Todavía tengo el pasaporte ruso de uso interior y el registro de allá.  Después de haber visitado la Patria, regresas por acá como inyectada de energía, con las “pilas” cargadas, te vuelves más fresca, más vigorosa y hasta más joven.  Allá es totalmente otro mundo, otro ritmo, hay que hacer todo rápido, con gran energía y precisión.  Es muy emocionante sumergirme por un tiempo en aquella vida activa, llena y que corre sin cesar.  No me alejo de mi madre tierra y posiblemente nunca podré hacerlo, son mis raíces.  Costa Rica es un país muy bello, pero el lugar natal siempre es más querido, está más cerca al corazón.  El bosque de abedules, las flores de lila y el cerezo, el canto de los ruiseñores… uno no puede olvidar todo eso.  De repente te llegan a la mente las letras de la canción: “Amo a mi tierra, mi país natal. Mi tierra es mi alegría, es mi querida canción”.


-  Nina, una vez usted mencionó que visitaba el barrio pobre de la Carpio con una asociación…


-  Sí, participo en la asociación “Bien de mujer”, ayudamos a mujeres pobres, madres solteras y sus hijos,  a mejorar las condiciones de su vida, organizamos el trabajo educativo, diferentes talleres y cursos: confección de ropa, cocina, cultivo de plantas orgánicas de hidroponía.  Después estas mujeres, que han aprendido producir algo útil, pueden vender sus productos en los mercados y ferias, también a veces les ayudamos a buscar compradores, y así ganar dinero y llegar a ser económicamente autosuficientes.  Mi pequeño aporte fue dirigido hacia los procedimientos de salud: participé en las  consultas médicas del doctor Mikhail Kirillov, nuestro compatriota, impartí clases de yoga, charlas sobre el mejoramiento de salud:  la prevención de enfermedades, alimentación saludable, el fortalecimiento de las defensas del organismo, preparación de platillos saludables y otros.  El  Yoga es mi deporte favorito y lo practico desde hace muchos años, se puede decir, desde la infancia, y ahora cada día estoy más cerca de ella.  El Yoga no es un simple ejercicio, es un modo de vida, gracias a eso mejora no sólo la salud física, sino también la salud mental y espiritual.  Nuestros voluntarios, muy a menudo, visitan La Carpio donde en su gran mayoría viven nicaragüenses en condiciones de gran hacinación y en un ambiente de alta criminalidad al igual que en otros barrios pobres que hay en los alrededores de San José y los que visitamos también.   Pero esta no es la única dirección de nuestra actividad.  Trabajábamos en dos albergues locales para los enfermos de SIDA donde realizábamos con ellos una terapia combinada de medicamentos naturales juntos con la terapia con láser y ejercicios de yoga, los que llevo a cabo regularmente y con gran éxito.  Hubo un caso de un paciente que  no podía caminar  y siempre  permanecía  en silla de ruedas, y al tiempo cogió tanta fuerza que comenzó a ponerse de pie y caminar poco a poco.  Recuerdo que movía los pedales de la bicicleta estacionaria con gran entusiasmo y además bromeaba que ya llegó a Puntarenas.


La fundadora de toda esa actividad es misionera y presidenta de nuestra asociación “Bien de mujer”, una irlandesa llamada Ainé (también le dicen “Didi”), quien está desarrollando métodos naturales y de terapia física para tratar diferentes enfermedades y purificar el cuerpo, vendiendo y promoviendo medicinas de la India marca “Himalaya”.  Al mismo tiempo que organiza actividades de beneficencia en Costa Rica y en otros países de América Central, regala sus productos naturales, promociona y realiza programas de salud para gente pobre de la tercera edad y para los enfermos de SIDA.  Es una persona iluminada que se dedica a la obra santa y consagra toda su vida para el bien de la gente que lo necesita.  En su vida, Ainé sigue los principios de las teorías filosóficas del Oriente, en particular la corriente de “Ananda marga”.  Comencé a asistir esa grupo de filosofía oriental donde practicamos yoga y después Ainé fundó la filial costarricense de la empresa “Himalaya”, así la conocí y  me maravillé de la obra de Ainé y empecé a trabajar ahí.  En esta misma compañía también trabaja hasta ahora mi amigo el doctor Mikhail Kirillov.  Pero últimamente he hecho una pausa en ese trabajo, espero que sea provisional, y ahora sólo trabajo como agente independiente de las medicinas indias y sigo haciendo masajes de manera privada.  Los medicamentos de la marca “Himalaya” que se producen en base de hierbas medicinales, son bien conocidos en muchos países del mundo, incluyendo Rusia, y también en los últimos años han ganado gran popularidad entre los costarricenses debido a su acción activa multidireccional y ausencia casi completa de los dañinos efectos secundarios.  Ahora en cada farmacia, los medicamentos naturales de “Himalaya” están exhibidos en primer lugar, y siempre tienen todos los permisos en orden.  Por lo general, me gustan los métodos naturales de prevención y tratamiento de enfermedades, tales como homeopatía e hierbas medicinales; , antes también trabajaba con Herbalife y Omnilife, pero después, algo me decepcionó de esos productos.   Después  tuve algunas ideas nuevas, y una de ellas es el aprender a hacer diferentes tipos de jabones, desodorantes, champús y cremas naturales de materiales ecológicas, y para eso estoy planeando hacer los respectivos cursos.  En general, los métodos ecológicos ahora están muy de moda porque la gente ya se cansó de tanto abuso de químicos y quiere alimentarse con productos limpios, verduras y frutas orgánicas y respirar el aire puro.  Así que yo también comparto este punto de vista y considero que uno tiene que estar más cerca de la naturaleza en todos los sentidos.

Con esto, terminamos el relato sobre esta mujer tan común, pero al mismo tiempo tan extraordinaria. Citamos lo que dijo el Doctor Mikhail Kirillov sobre ella:  “Nínochka es muy buena gente, una persona pura, sincera, de alma cristalina”.   
Y estamos completamente de acuerdo con él. 









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