Luis Carlos
es un ejemplo de tenacidad y perseverancia.
Con excelentes notas a su favor y grandes deseos de superación personal,
pudo entrar a la Universidad más prestigiosa de la URSS la Estatal de Moscú
M.V. Lomonosov, graduarse en la carrera de biología y también ganar el
doctorado. Ya en su patria y durante
largos años trabajó como docente en la Universidad Nacional transmitiendo sus
conocimientos a jóvenes costarricenses.
Ahora ya está retirado, pero habla perfectamente en ruso y hasta
recuerda los nombres y apellidos de todos sus profesores.
Luis Carlos estudió 11 años en la Unión Soviética y obtuvo en la
Universidad Estatal de Moscú (MGU por sus siglas en ruso) no sólo educación
superior, sino que también se graduó como “candidato en ciencias” lo que en
Costa Rica equivale al doctorado. Habla
ruso tan bien que casi toda la entrevista nos la dio en esa lengua, sólo que a
veces lo hacía en español, cuando el tema tocaba a su trabajo en Costa Rica.
- Luis, ¿cómo logró entrar a la MGU? Sabemos que a casi
todos los latinoamericanos los mandaban a ciudades alejadas porque su
preparación no alcanzaba el nivel tan alto que se requería?
- Es
cierto. Desde niño tenía muy buenas
notas en la escuela , el colegio y
pensaba que sabía bien las matemáticas.
Había estudiado dos años en la UCR en administración de negocios y
economía. Pero no me gustaban esas
carreras ya me había matriculado en ellas porque mis padres me obligaron. Cuando se me presentó la oportunidad de ir al
extranjero, no dudé un minuto. Pero al
llegar a Moscú, muy rápido comprendí que mis conocimientos apenas llegaban “a
la rodilla” del nivel que se exigía en Rusia.
Desde el primer día de estudios en la facultad preparatoria tuve que hacer
los máximos esfuerzos. Me ayudó mucho
que había conocido a Eugenia y ella me enseñó hablar bien el ruso.
- ¡Usted y Eugenia ya están inseparables por más de 40
años! Han criado dos hijos… ¿Y cómo se conocieron?
- Estoy muy
agradecido a Genia por el apoyo y consejos en la vida, ella es una mujer muy
sensata. Y nuestros hijos son
admirables, los dos ya están casados y tenemos cuatro nietos. Nos conocimos en una fiesta en la MGU poco después
de mi llegada a Moscú. Ella estudiaba cerca de nuestra universidad. Todas las clases, obviamente, se impartían en
idioma ruso, y yo, al terminar la facultar preparatoria, ya lo hablaba mejor
que todos. En nuestro grupo había
latinoamericanos de diferentes países, árabes, africanos y un hindú. Después casi todos fueron repartidos en
diferentes universidades por toda la Unión Soviética, pero yo tuve la dicha de
entrar a la MGU. Los profesores me
asustaban: “es muy difícil allá!” Pero les contestaba: “No importa, no tengo
miedo!” Y de verdad, fue muy difícil ya que los muchachos rusos tenían a su
favor los conocimientos de su escuela secundaria que superan a los nuestros por
mucho. En nuestra cátedra, fui el único extranjero, y de los costarricenses, en
la MGU (en diferentes facultades) en esos tiempos estudiaban además de mí, sólo
tres personas: Orlando Araya, Sandra Suñol y Carlos Guido. Me acuerdo que en el primer año nos dieron
una lista de literatura necesaria y nos fuimos para la biblioteca. Todos los muchachos rusos seleccionaron 5 o 6
libros cada uno, pero yo no sabía cuáles me servirían y cuáles no, y tomé todos
los 32 libros de la lista, los cargaba por el pasillo y la gente me miraba de
reojo… Fui un verdadero ratón de biblioteca, y en señal de eso, una vez mis
amigos me regalaron un ratoncito de juguete.
- ¿Cuáles materias en su facultad de biología fueron
las más difíciles?
- Dedicamos
mucho tiempo a las matemáticas, la física se impartía durante un año y medio y
la química, ¡durante 4 años! Todo estaba
en el nivel más alto de la ciencia moderna.
En cada materia, uno tenía que asistir a conferencias teóricas, a laboratorio
y cumplir con las prácticas. Pero entrar
en la MGU, no fue lo más difícil. Después de cierto tiempo , y de repente ,
supe que me enviarían a una especialización que yo no quería. Resultó que estaba en la cátedra de zoología,
pero lo que quería yo, era llegar a ser un verdadero científico biólogo. Me fui al departamento para extranjeros a
quejarme y de nuevo me dicen: “Pero, eso será muy difícil para usted, demasiada
teoría, ¿para qué lo quiere?” Pero yo insistí y me fui con vicedecano de la
facultad y aquel me contestó lo mismo: “No lo podrá hacer, además ya han pasado
un año y medio y usted no ha estudiado las materias necesarias en la
especialización de fisiología, histología y embriología la que quiere cursar”. “No hay problema, las presentaré”. Bueno, la
cosa es que pasé dos noches sin dormir, pensando, pero siempre decidí pasarme
de carrera. Al día siguiente y por
casualidad me topé en el pasillo con Yuri Sergéevich Chentsóv, director de la
cátedra de histología. Me acerqué y le
pedí que me ayudase a pasar a estudiar en su cátedra. “¡Quiero ser un biólogo científico de verdad
y no un simple zoólogo!” – “Eso sí es nuestro hombre!” – se alegró Chentsóv, me
tomó del brazo y me llevó a la cátedra. Al entrar, dijo a una profesora que
estaba sentada ahí: “Aquí está un estudiante de Costa Rica, se pasa con
nosotros con todos sus chunches”.
Recuerdo todos esos momentos de mi vida, como si fuera ayer, es
imposible olvidarlos. Y después también tuve
otro momento de crisis. Fue cuando decidí cambiar el tema de mi tesis de
doctorado.
- Luis, ¿cuáles otros recuerdos, además de los de
estudiante, puede compartir?
- Puedo
contar también que una vez me presenté en el Palacio de la Cultura de la MGU,
cantando serenatas españolas y mexicanas.
Gracias a dios, tengo una voz no tan mala, y aprendí tocar la guitarra
desde adolescente. En mi patria, nunca me dediqué a la música seriamente. Pero cuando me encontraba en Moscú, en un
preciso instante comprendí que los estudios y la ciencia no son todo en la
vida, que hay que aprovechar el momento porque puede ser que nunca más se
repetiría. Así comencé poco a poco
cantar en conciertos estudiantiles, pero cuando anunciaron un gran evento,
donde participaban artistas aficionados de muchos países del mundo, me puse de
acuerdo con un dominicano quien tocaba los tambores, y un muchacho ruso que me
hizo la segunda voz, y entre los tres hicimos tan buena presentación (cantando
“Ticas lindas”) que ¡la sala nos llamó a repetirla tres veces! Y después salimos en un artículo grande en la
revista “Rovesnik” (coetáneo). Así me
hice famoso, después salí más de una vez en diferentes conciertos, y eso me
ayudó a abrir muchas puertas en la MGU.
- Luis, me acuerdo que usted tenía una beca de la UNA
cuando estaba estudiando en el postgrado.
¿Cómo logró a obtenerla?
- Cuando
terminé mis estudios y me gradué, respiré aliviado: al fin podré regresar a
casa. En esos tiempos, nació nuestro
segundo hijo, y yo soñaba con enseñarle a mi familia mi querida Costa Rica.
Pero en la universidad me dijeron: “vete por un añito, descansá y vení de
regreso. Te necesitamos aquí, vas a
hacer el postgrado!” Eso fue una
verdadera orden. Venimos a Costa Rica, y
me fui a pedir empleo en la UCR, donde antes estudiaba. Pero me dijeron: “Aquí, esas materias las imparten
los médicos, y si lo contratamos, tendremos que quitarles el empleo”. Por lo que resultó que uní mi vida con la Universidad
Nacional en Heredia. Trabajé un año allá
y después anuncié: “me voy al postgrado”.
En aquellos años, en Costa Rica no había muchos especialistas buenos,
por eso mis jefes no estaban muy contentos con eso, pero motivé mi viaje con
que me estaban esperando en Moscú, que ya prácticamente me habían matriculado
en postgrado y que ya tenía tema para mi tesis de doctorado. Pero me gustaría, por supuesto, subir un poco
mi estipendio porque ya tenía dos hijos.
Y entonces llegué a un acuerdo con la universidad: ellos me pagarían un
buen sueldo mensual, adicional al estipendio, y por eso yo tendría que firmar
un compromiso de regresar a la UNA después de terminar los estudios y trabajar
allá cuatro años por cada año del salario.
Así lo firmé. Mi familia y yo nos
fuimos de regreso a Moscú. Mientras
estaba volando durante muchas horas en el avión cruzando el océano, estaba
pensando cómo trabajaría en mi tesis. Y
al imaginar la universidad en Heredia, comprendí claramente: era como “el cielo
y la tierra”. ¿Qué clase de análisis
micro-celular puedo hacer en estas condiciones si en todo el país ¡sólo hay un
microscopio electrónico y que, además, está en otra universidad! Cuando llegué de regreso a la MGU, de una vez
decidí cambiar de tema por algo más real y más importante, tomando en cuenta
las condiciones de trabajo en Costa Rica.
¿Pero cómo decirlo a mi supervisora científica Galina Evguenievna
Onishchenko que iba a dejarla? Sería
peor que una traición, ¡un golpe al corazón!
De nuevo pasé dos noches sin dormir, pero al fin me llené de valentía y
me acerqué a ella tratando de explicarle mi decisión de una forma u
otra. Al principio intentó hacerme
cambiar de decisión, pero cuando vio que estaba inflexible, se resintió y dijo
con un tono colérico: “Está bien, Luis Carlos Sánchez, ¡adiós!” Y me fui a otra cátedra, allá me ofrecieron
trabajar en el tema de la diabetes; me pareció un tema muy necesario y actual
porque mucha gente sufre de esta enfermedad tanto en Costa Rica como en otros
países. Pero al fin y al cabo, tampoco
he trabajado con este tema en Costa Rica.
La cosa es que el tema de diabetes está ligada a la medicina, pero en la
UNA no hay una facultad de medicina; aquí hacen más énfasis en la preservación
de recursos naturales. También colaboré en esta línea de estudios.
- Díganos un poco sobre el desarrollo de las ciencias
en Costa Rica.
- Bueno, es
difícil hablar sobre todo el país, pero puedo contar cómo son las cosas en
nuestra Universidad Nacional. En dos
palabras: el presupuesto estatal para las investigaciones científicas no
existe. Si alguien logra atraer interés
de los círculos científicos en los Estados Unidos o en cualquier otro país
desarrollado, entonces obtiene el financiamiento del exterior, pero es un caso
muy raro. En Costa Rica,
lamentablemente, la ciencia no tiene demanda en el mercado, y el capital
privado tampoco quiere invertir su dinero en ciencia, ellos prefieren comprar
licencias ya listas o elaborar “maquila”, antes que trabajar ellos mismos con
algo nuevo. Por supuesto, aquí hay unos
cuantos científicos grandes, personas realmente pensantes. Pero muy a menudo los científicos, si quieren
desarrollarse y publicar sus obras, tienen que hacerlo en su tiempo libre de
trabajo, como un “hobby”. Yo también
escribí así varios libros y publiqué dos de ellos: “Histología Animal Comparada.
Guía para las prácticas de laboratorio” (en el año 1994) y “Zoología
General. Guía para las prácticas de laboratorio” (en el año 1996). El proyecto más grande en ecología marina
resultó ser “Estudio del ciclo reproductivo de los camarones Penaeus stylirostris
y Penaeus occidentalis en el Golfo de Nicoya”. En base a los resultados
de esta investigación, junto con investigaciones de otros científicos, en el
año 1997 fue emitido un decreto gubernamental que ha regularizado la pesca en
el golfo, ha prohibido la pesca de camarón con redes de malla fina y también ha
establecido los períodos anuales de veda para la pesca. Y así en este riquísimo reservorio natural,
los recursos naturales se recuperaron poco a poco y las capturas de los
pescadores han aumentado. Además de
eso, bajo mi tutela muchos estudiantes han hecho sus tesis de licenciatura y
doctorado. Mi actividad principal en
todos esos años fue el trabajo docente.
Impartí muchos cursos: genética, biología de la célula, anatomía y fisiología
humana, fisiología de animales, embriología e histología, mi ciencia
preferida. De los estudiantes
costarricenses puedo decir que en su mayoría, lamentablemente, lo único que
quieren es pasar todos los exámenes con éxito, graduarse y conseguir un empleo
bien pagado. No se interesan mucho en la
ciencia ni en obtener conocimientos de calidad.
En los exámenes, lo que prevalece es la memorización, y eso no favorece
el desarrollo del pensamiento. Aquí,
comenzando por la escuela, hace tiempo que llegó la hora de cambiar el método
de enseñanza, especialmente de ciencias naturales. Los estudiantes aprenden con libros y nunca
ven en realidad lo que están leyendo; en las escuelas y colegios no hay
laboratorios. Repito, no puedo hablar
sobre todas las ciencias y todas las universidades. En el campo de informática, creo, la
situación es muy diferente. Pero en el
campo de biología por el momento no se ve gran progreso. Esperemos que las generaciones nuevas cambien
esta situación para el bien de nuestro país.
Por
último quiero agregar, que mi paso por la MGU me dejó verdaderas enseñanzas y
cierta sabiduría, no solamente en el campo de las ciencias, sino en mi
personalidad, ya que pude ocupar en la UNA puestos de elevada responsabilidad,
como Coordinador de Área de Desarrollo en Biología y Presidente del Tribunal
Electoral de la Universidad Nacional, silla que ocupé durante mis últimos 5
años en la UNA. Los buenos recuerdos de
mis años de estudiante nunca me abandonan a lo largo de mi vida.
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