Lubov Slesareva – moscovita de nacimiento,
egresada del Instituto Musical Pedagógico Gnesiny, vino a Costa Rica con su
esposo costarricense en 1972 y al año siguiente, se instaló en Guanacaste. “En aquellos años, fui la primera persona
rusa allá. Entonces, las calles en la
ciudad de Liberia eran de lastre, había mucho polvo, todos andaban en
chancletas, había sólo dos cines, y en las casas nadie tenía televisores. El
ambiente era muy tranquilo y podía salir sin cerrar la puerta con llave. Ahora no se puede hacerlo ni por cinco
minutos!”
- Luba,
¿usted fue primera mujer rusa en Guanacaste? ¿En qué año vino a Costa Rica?
- Venimos por primera vez en el 1972.
Mi esposo Gabriel es egresado de la Universidad de Amistad de los
Pueblos de Moscú, agrónomo. No quería
irme de Moscú, y Gabriel también quería quedarse allá, pero le dijeron
claramente que no podría encontrar trabajo en la Unión Soviética. Al principio nos instalamos en San José, pero
después lo mandaron a trabajar a Guanacaste y tuvimos que mudarnos. En aquellos años, en Liberia no había ni
calles asfaltadas, mucho polvo, todos andaban en chancletas, pero el ambiente
era muy seguro: dejaba la casa con la puerta abierta y la hija se quedaba sola
leyendo libros tranquilamente mientras mi esposo y yo andábamos en el
cine. Si le hubiera pasado algo,
estábamos tranquilos: los vecinos siempre la cuidaban. En nuestra calle, ¡nadie tenía televisores, y
en la ciudad sólo había dos cines! En la
ducha, uno sólo podía bañarse con agua fría.
Los domingos, en el parque frente a la iglesia, tocaba una orquesta de
vientos. Como puede comprender, después
de Moscú, eso fue un rincón perdido… Cuando llegamos, ¡casi me muero de tanto
calor! Pero después con el tiempo, me
acostumbré, hicimos nuevos amigos, y comencé a trabajar. Y en este momento siento que Costa Rica es mi
patria, y en Liberia la gente dice que ¡desde hace tiempo me he ganado el
pasaporte guanacasteco! Ahora me gusta
mucho el clima de aquí: es seco, caliente, hay mucha sol, y ayuda muy bien para
la salud.
- ¿Usted tiene problemas de
salud?
- Hasta la edad de 12 años, todas las enfermedades me atacaban: siempre
estaba con inflamaciones, tenía problemas en los pulmones, los riñones, los
oídos. Nací en el año 1945, cuando
terminó la guerra. A la edad de 3 meses
por poco me muero de hambre, a la edad de 2 años caí en el hospital con una
inflamación de pulmones lo que después se complicó con una neumonía y me dejó cicatrices
en los mismos ¡las que hasta ahora se
ven en las radiografías! Después tuve
problemas con los oídos y, con 9 años, una otitis me dejó totalmente sorda por
un mes. ¡Nunca olvidaré las 90 inyecciones
de penicilina! Y en ese entonces, ya
estudiaba música en la escuela. Después,
recuperé la audición poco a poco y la
música me ayudó a sanarme, y en la pubertad comencé a ganar fuerza. Vivía con mis padres, aunque estaban
divorciados desde antes de la guerra. En
aquellos años, el problema de vivienda era muy difícil. Y a los 15 años, supe que no era hija
biológica ya que mi mamá me adoptó porque no podía tener hijos. Después me contó lo que le costó a alimentar a
la bebé recién nacida con agua de avena,
ya que no tenía leche materna…. por lo tanto y de alguna manera, soy un milagro de la naturaleza.
- ¿En Moscú, dónde vivía y
estudiaba usted?
- De pequeña, vivíamos en un apartamento comunal, con muchos vecinos, dentro
de una mansión antigua del magnate Savva Morozov, cerca de la Puerta de Pokrov;
de nuestra ventana se veía el Kremlin y se oía el sonido de sus campanas. En 1960 nos desalojaron y nos dieron un
apartamento separado, y en aquel edificio hicieron un jardín de niños. Años más tarde, cuando visité Moscú en el
2006, quería entrar a mi vieja casa ¡pero no me dejaron pasar más allá del
portón aduciendo que era “propiedad privada!”
A pesar de mi mala salud, fui excelente estudiante. Sabía leer desde los cuatro años y me
gustaban todas las materias en la escuela.
Desde 3er grado comencé a estudiar en la Escuela Musical # 1 Prokofiev,
al principio en clase de piano y después, del bayán (un tipo ruso de acordeón)
ya que por culpa de mi enfermedad y la interrupción forzada, tuve que cambiar
de instrumento. Me gradué de esa escuela
y después entré al Colegio Musical Pedagógico de la Guardia Roja, a la clase de
bayán, y desde el segundo año, cuando apenas tenía 16 años, por insistencia de
la directora Frida Vinográdova, comencé a trabajar como profesora en la misma
escuela musical donde recién había terminado.
¡Tuve que cortar mis trenzas y transformarme en educadora! Cuando llegó la hora de comenzar la
universidad, tenía un dilema: estudiar filología o música, y siempre elegí la
música porque era más difícil. Siempre
me gusta superar las dificultades, ¡así es mi carácter! Después de graduarme del colegio entré al
Instituto Estatal Pedagógico Musical Gnesiny, al departamento nocturno (ya que
estaba trabajando), en la facultad de instrumentos populares. Conocí a mi futuro esposo en el primer curso,
nos casamos y en el 1967 nació nuestra hija mayor, Gabriela. Mi especialización es la enseñanza de música
y me gradué un año antes de venirnos a Costa Rica; el tema de mi diploma fue
“Acordeón en América Latina”. Y para el
momento de llegar a Costa Rica, ¡ya tenía 11 años de experiencia docente!
- Para un educador, el idioma
es muy importante, ¿cómo ha superado esa barrera?
- El último año en Moscú, me matriculé en un curso de 2 años del idioma
español, pero debido a nuestra partida, no lo terminé. Aun así, me ayudó al principio. Al llegar a Costa Rica, los amigos de mi
esposo me introdujeron al asunto muy rápido, nos comunicábamos mucho y comencé
a expresarme en español. Había problemas
a la hora de reconocer mi título ya que aquí nadie tenía idea en aquel
entonces, qué tipo de universidad era el “Instituto Estatal Pedagógico Musical
Gnesiny” y había que comprobar que era una institución de educación
superior. En eso me ayudaron los
funcionarios de la Embajada Soviética.
Después de mí, para otros egresados de esta institución, ya les fue más
fácil el tramitar los documentos. En
agosto comencé a laborar en el Conservatorio Castella, que en aquellos años
estaba ubicado cerca de La Sabana, impartiendo clases de acordeón. Fue la única vez que trabajé en Costa Rica casi
en mi especialidad (ya que soy bayanista).
En setiembre, a mi esposo le ofrecieron un trabajo como agrónomo en
Liberia con la agencia del Banco Anglo Costarricense que se estaba abriendo en
ese entonces, y tuvo que irse, dejándome a mí seguir trabajando como profesora
en el Castella. Pero debido a un
accidente (para acortar camino, atravesé La Sabana donde pisé una tabla con un
clavo y me hice una gran herida en el pie), tuve que dejar el trabajo por un
tiempo. Más tarde, ya en 1973, trabajé
un mes en el Colegio Vargas Calvo en San Pedro de Montes de Oca, y en abril me
ofrecieron plaza de profesora en uno de los colegios de Guanacaste, a donde me
trasladé de inmediato para estar con mi esposo.
En Guanacaste al principio no había rusos y tuve que trabajar en la
ciudad de Filadelfia, a unos 40 kms de Liberia.
Me acuerdo de muchas situaciones cómicas por culpa de los malentendidos
en el idioma, pero eso no me decepcionó, al contrario, me incentivó a estudiar
a más profundidad este idioma bello de español.
Pero después tuve que regresar
a Moscú ya que nuestra hija se había quedado con mi madre. Esta temía que en los primeros días, tuviésemos dificultades de adaptación y el trabajo, y de
ninguna manera estuvo de acuerdo en
darme el permiso para salir, a menos que dejase la niña con ella. Así mi hija mayor Gabriela vivió con su
abuela en Moscú casi hasta la edad de 7 años.
Cuando fui por ella, tenía miedo de ir en avión y decidí a viajar por
mar y después llegar a Moscú por tren.
En el barco tuve que comunicarme con gente de casi todos los países de
América Latina. Estoy especialmente agradecida con una muchacha de Colombia;
fue profesora de español en la Universidad de Barranquilla y durante las dos
semanas que duró nuestro viaje, me corregía cada expresión incorrecta y
después, ya por correo, siguió enviándome sus correcciones. Viví en Moscú casi un año debido a la
lentitud en los trámites de aquella
época para lograr el permiso de salida
para mi hija, y me matriculé allá en un curso de español donde hice dos
semestres con énfasis en gramática. Al
mismo tiempo, una amiga mía española me metió a trabajar en la editorial “Progress” y todos los días tenía que
leer textos en español mientras otra compañera corregía los errores. Durante todo ese tiempo estuve soñando con
regresar a Costa Rica, ya me enamoré de la belleza de su naturaleza, de la
cercanía al mar y su clima excelente.
Cuando al fin mi hija y yo regresamos por acá, ya no tenía más problemas
con el idioma.
- ¿Y su mamá se quedó en Rusia
sola?
- Sí, sentía mucha pena por ella, pero siempre estábamos cuidándola
mucho. Aún antes de nuestra primera
partida, habíamos tramitado una pensión a nombre de nuestra hija, por medio de
la “Inyurcolegia”, ya que su pensión
no era suficiente para ambas. Le
mandamos dólares y mi mamá pudo gastarlos en las tiendas de divisas extranjeras
“Beriozka”. Cuando mi hija se vino conmigo a Costa Rica,
esa pensión siguió llegándole, pero ya a su nombre. A propósito, nuestra solicitud de la pensión
en la “Inyurcolegia” fue registrada
como el “Expediente Costa Rica # 1”. ¡No
sé a qué momento apareció el “Expediente # 2”!
Así que en total, ella siempre estaba bien segura. Después vino varias veces a Costa Rica para
visitarnos y la última vez, se quedó con nosotros debido a sus condiciones de
salud. Murió a la edad de 84 años y fue
sepultada en Liberia. Su nombre era
Claudia Zakhárovna Slésareva, nacida en 1911 en Moscú, cerca de la Terminal de
Kursk, en una familia numerosa de un mecánico, ya que su padre conducía trenes. Después de la Revolución, tuvo que comenzar a
trabajar desde muy joven, y toda su vida se destacó por ser muy
trabajadora. Durante la guerra, mi mamá
participó con una columna militar médica y llegó de primero a Polonia y después
a Berlín. Cuando regresó a Moscú al
principio del año 1945, le ofrecieron en adopción una bebé de un mes de nacida,
y ahí comenzó su nueva etapa de la vida, ya como madre. Fue una mujer muy buena y sabia, madre y
abuela amorosa, pero al mismo tiempo bastante estricta. Le tocó una bebé muy enfermiza, pero logró
ponerla en el buen camino. Tuvo que
lidiar muchas veces con el carácter rebelde de su hija y después de sus nietas,
pero todas las dificultades se quedaron atrás.
Gracias a ella, mis dos hijas dominan la lengua rusa a la perfección y
mi esposo tampoco la olvida. ¡Qué descanse en paz!
- ¡Con más de 40 años de vivir
en Costa Rica, cómo ha sido su vida?
- Después de mi
llegada ya definitiva, me coloqué de profesora en la ciudad de Cañas, a unos 45
kms de Liberia y me compré un carrito.
¡Pero las desgracias me perseguían!
En 1975, fui manejando a San José para asistir al Congreso de ANDE y
sufrí un accidente; probablemente me dormí al volante porque el carro cayó a la
cuneta y se estrelló contra el talud de tierra.
Sufrí muchas fracturas y grandes cortaduras en la cara (todavía tengo cicatrices) y pasé hospitalizada 1 mes y luego incapacitada
durante 7 meses. Cuando me recuperé,
entré a trabajar a la Escuela Laboratorio de la Universidad de Costa Rica en la
ciudad de Liberia donde estuve laborando por muchos años y donde también
arreglé que mi hija mayor entrase a estudiar allá. Tuve que cambiar de especialidad y de las
clases de bayán pasar a ser profesora de música. En 1976 me invitaron a trabajar en la
Universidad Nacional para enseñar a futuros profesores de música ya que tengo
excelentes conocimientos y una gran práctica docente porque siempre me ha
gustado enseñar. Así que durante dos
años, trabajé en dos lugares simultáneamente, en la escuela (después, colegio)
y en la universidad.
En 1981, por insistencia de
Gabriela, tuvimos una segunda hija, Patricia; ¡entre ellas hay una diferencia
de 14 años! Cuando la menor cumplió dos
años, la mayor se fue a estudiar a San José.
Después cerraron la sede de la UNA en Liberia pero tuve suerte y pronto
pasé a trabajar en la UCR. Daba clases,
llevaba el trabajo científico en el área del folklor musical de Guanacaste,
recolecté material sobre un reconocido compositor nativo de Guanacaste, Hector
Zúñiga, y como resultado, se publicó un libro y un casete con la grabación de
sus canciones interpretadas por el autor; además participé en la organización -por parte de la
Escuela de Música de la UCR- de una escuela musical, donde fui directora por un
tiempo. Y en los últimos años me
nombraron coordinadora del Departamento de Acción Social, el que organiza actividades
de acercamiento entre la Universidad y la comunidad de la Provincia en el campo
de educación y cultura. En el año 1993
organicé un grupo de instrumentos típicos guanacastecos y participamos en
diferentes concursos, inclusive llegamos al Festival “Raíces” que organizó la
Radio Nacional.
Mi esposo trabajaba en el
Banco Anglo Costarricense como perito de tierras y propiedades, pero en 1994
este banco fue cerrado por lo que se quedó sin empleo. Nos salvamos gracias a que ya teníamos casa
propia y nada de deudas, pero durante varios meses estuvimos en una situación
muy difícil y vivíamos sólo de mi salario de profesora. Tramitamos una pequeña pensión para mi esposo
y más tarde, el banco le dio, como compensación, una finca que pertenecía al
Instituto de Desarrollo Agrario. Después
Gabriel comenzó a tener algunos encargos de trabajo de otros bancos y también
trabajar en el sistema judicial, siempre como perito de propiedades. En el año 1994 me pensioné y desde aquel
tiempo ayudo a mi esposo en su trabajo.
Nuestras hijas ahora viven en San José, la mayor es ingeniera, se graduó
de la UCR y después hizo el postgrado en los Estados Unidos, ahora es directora
de la Escuela de Informática de la UCR; y la hija menor es artista; tienen dos
hijos cada una.
Vivimos
muy felices mi esposo y yo en nuestra cómoda casa vieja, tenemos tres
perros. Bueno, la salud a veces falla
pero ya no hay nada que podamos hacer.
¡Pero no me desanimo! Cuando
estamos bien de salud, vamos a San José a visitar a nuestras hijas y nietos y
cuando tengo la oportunidad, trato de no perder las actividades culturales de
nuestra comunidad rusa.
Luba y Gabriel
Luba con esposo e hija Gabriela
Luba con sus estudiantes de la Escuela Laboratorio
Moscú, mamá de Lubov con su nieta y otros niños
Primer grupo de música típica - rondalla, Liberia
Комментариев нет:
Отправить комментарий